Este viernes, el mundo volvió su mirada hacia América Latina. Desde Oslo, el Comité Noruego del Nobel anunció que María Corina Machado, líder opositora venezolana, ha sido galardonada con el Premio Nobel de la Paz 2025. El reconocimiento no solo honra su valentía personal, sino que ilumina la resistencia de millones de venezolanos que, pese a la represión, siguen exigiendo elecciones libres y una transición pacífica hacia la democracia.
“La democracia es un prerrequisito para una paz duradera. Sin embargo, vivimos en un mundo donde está en retroceso, donde cada vez más regímenes autoritarios desafían las normas y recurren a la violencia”, señaló el Comité Noruego al anunciar el galardón. En ese marco, destacó el papel de Machado durante la elección presidencial de julio de 2024, en la que la oposición afirmó haber obtenido una victoria en las urnas. Sin embargo, los resultados fueron desconocidos por el oficialismo, que nunca presentó pruebas de su supuesta victoria.
Machado, quien permanece en Venezuela a pesar de las amenazas, la censura y la persecución, ha sido descrita como “uno de los ejemplos más extraordinarios de coraje civil en América Latina en tiempos recientes”. Su permanencia en el país, lejos de ser un gesto simbólico, es un acto de dignidad que trasciende fronteras. Es la encarnación de una llama que no se apaga, incluso cuando el régimen intenta invisibilizarla.
Este Nobel no es solo para ella. Es para cada ciudadano que ha marchado, votado, denunciado y resistido. Es para quienes creen que la democracia no es una concesión, sino un derecho. Y es también una señal para los gobiernos del continente: la paz no se construye desde el silencio, sino desde el compromiso con la verdad y la justicia.
México, país que históricamente ha defendido la autodeterminación de los pueblos, no puede permanecer indiferente. Aunque nuestra diplomacia se rige por la no intervención, este reconocimiento interpela nuestra conciencia regional. Alfonso García Robles, el primer mexicano en recibir el Nobel de la Paz en 1982, lo hizo por su impulso al Tratado de Tlatelolco, que prohibió las armas nucleares en América Latina. Hoy, el Nobel vuelve a nuestra región, pero esta vez para premiar la lucha contra otro tipo de amenaza: el autoritarismo que corroe las instituciones desde adentro.
La historia nos recuerda que los premios Nobel no solo celebran logros, sino que también marcan momentos de inflexión. Este es uno de ellos. América Latina necesita voces que unan, que inspiren, que movilicen. María Corina Machado ha demostrado que incluso en la oscuridad más profunda, la esperanza puede ser estratégica, la resistencia puede ser institucional, y la paz puede ser una meta compartida.
Desde México, desde nuestras universidades, medios, sindicatos, partidos y organizaciones civiles, debemos leer este Nobel como una invitación a fortalecer nuestras democracias, a blindar nuestras instituciones y a acompañar, desde el respeto, a quienes luchan por la libertad.
Porque cuando una mujer se levanta por la democracia, millones la siguen. Y cuando el mundo la escucha, América Latina se transforma.