Científicos han confirmado que el iceberg antártico A23a, el mayor del mundo con casi 4,000 km2 (1,500 millas2), se encuentra en movimiento por primera vez desde su desprendimiento en 1986. Inicialmente parte de la plataforma Filchner-Ronne de la Antártida Occidental, su base quedó atrapada en el fondo del mar de Weddell, manteniéndolo varado durante casi 40 años.
El #iceberg más grande del mundo está en movimiento tras 30 años de estar parado. Su tamaño es aproximadamente 3 veces del de la ciudad de Nueva York. https://t.co/2y1zYv7NiQ
— Geól. Sergio Almazán (@chematierra) November 25, 2023
Recientes imágenes por satélite revelan que el iceberg, con un peso cercano a un billón de toneladas métricas, se desplaza rápidamente más allá del extremo norte de la Península Antártica. La velocidad de su movimiento se atribuye a fuertes vientos y corrientes. El glaciólogo Oliver Marsh, del British Antarctic Survey, destaca la rareza de presenciar el desplazamiento de un iceberg de esta magnitud, indicando que los científicos seguirán monitoreando su trayectoria de cerca.
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Se especula que el aumento de flotabilidad debido al adelgazamiento gradual a lo largo del tiempo permitió que el A23a se elevara del fondo oceánico, siendo impulsado por las corrientes marinas. Además de ser uno de los icebergs más grandes, el A23a es también uno de los más antiguos del mundo.
‼️ ? El mayor iceberg del mundo empieza a moverse tras más de 30 años encallado en la Antártida
— ABC.es (@abc_es) November 26, 2023
⚠️ Los expertos resaltan riesgos pero también beneficios de sus movimientos
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A medida que gana velocidad, existe la posibilidad de que el iceberg se dirija hacia la Corriente Circumpolar Antártica, en una trayectoria conocida como «el callejón de los icebergs». Se plantea la posibilidad de que vuelva a encallar en la isla Georgia del Sur, lo cual podría afectar gravemente a la fauna local, compuesta por millones de focas, pingüinos y aves marinas.
Esta situación no es única, ya que en 2020 el iceberg A68 generó preocupaciones similares en relación con Georgia del Sur. Aunque existe la posibilidad de que el A23a se fragmente en trozos más pequeños, como ocurrió con el A68, su tamaño masivo implica la capacidad de sobrevivir durante mucho tiempo en el océano Antártico, con el potencial de desplazarse hacia el norte y perturbar el tráfico marítimo en dirección a Sudáfrica, según advierte Marsh. La comunidad científica seguirá vigilando de cerca el curso de este colosal iceberg y sus posibles impactos a nivel ambiental y logístico.