Cada semana hay un nuevo clip viral de un presidente. Javier Milei gritando en un foro económico, Nayib Bukele presentando su mega cárcel como si fuera una serie de Netflix, Claudia Sheinbaum improvisando en su mañanera. Y en todos los casos, el escenario no es solo político. Es digital. Es emocional. Es narrativo.
El marketing ha dejado de ser una herramienta al servicio del poder. Ahora es parte estructural del poder mismo. Gobernar ya no es solo tomar decisiones: es construir una imagen, generar impacto, medir reacciones, controlar la narrativa. Y ahí es donde entran los nuevos líderes con estética de influencer.
Bukele no se limita a informar: cuenta historias, edita videos, maneja los tiempos del drama y el suspenso. Su gobierno funciona en parte como una serie por entregas. Milei, por su parte, ha convertido su figura en una marca explosiva: desafiante, antisistema, viral. Y aunque sus propuestas económicas son debatidas por expertos, en redes no importa tanto el fondo como el tono. Lo que se viraliza es el personaje.
Esto no significa necesariamente que sean malos gobiernos. Significa que la política ha mutado. La popularidad ya no se construye solo con resultados tangibles, sino con emociones digitales. El engagement se vuelve un KPI de legitimidad.
Y no es solo en América Latina. Zelensky en Ucrania, Modi en India o incluso Trump y Biden en Estados Unidos han entendido que la gestión de la percepción es tan importante como la gestión pública. En un mundo saturado de información, quien no comunica, no existe. Pero quien solo comunica, ¿gobierna?
Esto plantea una pregunta incómoda:
¿Estamos siendo gobernados por líderes o por personajes?
¿La ciudadanía vota por ideas o por carisma?
¿Importa más un plan de gobierno… o un clip que se vuelva viral?
No es necesariamente peor. Pero sí es distinto. Estamos entrando en una era donde el Estado y el storytelling se mezclan. Donde el mensaje importa tanto como la acción. Y donde el éxito político se mide, muchas veces, en vistas y compartidos.
Lo que queda es preguntarnos como sociedad:
¿Queremos que nos gobierne quien mejor gestiona un país… o quien mejor maneja su cuenta de TikTok?