Mandas videos sin verlos… y no sabes por qué. Te explico
Hay una nueva forma de compromiso digital que está conquistando a millones de usuarios sin que apenas lo noten. No se trata de contratos, ni de membresías, ni siquiera de recompensas tangibles. Se trata de algo mucho más simple (y mucho más efectivo): las rachas.
¿Y qué es una racha? En términos básicos, es la cantidad de días consecutivos que haces una acción en una app. En Snapchat, por ejemplo, las streaks consisten en enviarse una foto diaria con una persona. En TikTok, la nueva función de racha consiste en enviar un video diario a un amigo específico. Si lo haces, ambos usuarios ven una pequeña llama 🔥 que indica cuántos días llevan compartiendo contenido sin interrumpirse.
Mientras más días acumules, más «especial» se vuelve tu llama: cambia de color, brilla más, e incluso aparece destacada. Pero si un solo día fallas, todo se pierde. El contador regresa a cero.
Esta lógica no es nueva —la tienen apps como Duolingo o BeReal— pero su expansión masiva marca una nueva etapa: la de las plataformas que ya no solo compiten por tu tiempo, sino por tu constancia diaria, tu obediencia emocional.
Lo verdaderamente inquietante no es la racha en sí, sino lo que despierta en nosotros. Porque el compromiso se vuelve hábito, el hábito se vuelve necesidad y la necesidad se vuelve presión. ¿Quién quiere ser el que rompe la racha? ¿Quién quiere ver apagarse esa llama que tanto costó construir?
Cada vez más usuarios confiesan que mandan videos en TikTok sin siquiera verlos, solo para no perder la racha. No lo hacen por gusto. Lo hacen por obligación simbólica. El deseo inicial se transforma en ansiedad por no fallar. Y eso —aunque parezca trivial— nos dice mucho sobre cómo se están diseñando las plataformas hoy.
Detrás de estas dinámicas hay un principio psicológico llamado refuerzo intermitente: ofrecer recompensas pequeñas, pero variables, que mantienen el interés sin saturarlo. Es el mismo sistema que usan las casas de apuestas, pero aplicado a tu rutina diaria.
Y si esto ya sucede en redes sociales, ¿qué impide que otras industrias lo copien? ¿Qué pasaría si Uber cambiara su logo por una flama si pides viajes varios días seguidos? ¿O si Spotify te premiara por escuchar música todos los días? La gamificación de la constancia no tiene límites… y eso debería hacernos reflexionar.
Las rachas nos seducen porque apelan a algo muy humano: la necesidad de progresar, de pertenecer, de no fallar. Pero también son un mecanismo de control disfrazado de juego. Una cadena emocional que no pesa, pero que nos ata.
No se trata de satanizar la tecnología, sino de entender cómo nos transforma. Porque lo que empieza como un gesto inofensivo —mandar un video diario— puede convertirse, sin darnos cuenta, en una rutina que ya no controlamos nosotros, sino el sistema que nos promete: “solo un día más”.