El Presidente de los E.E.U.U. ha propuesto que los palestinos abandonen Gaza para convertirlo en “La Riviera de Medio Oriente»
Su propuesta ha sido apoyada por el primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu quien ha declarado públicamente: «Pueden irse, pueden regresar, pueden reubicarse y regresar … Esta es la primera buena idea que he oído, es una idea extraordinaria y creo que debería estudiarse, analizarse, y llevarse adelante,
porque creo que creará un futuro diferente para todos».
La postura de ambos presidentes no sólo indigna al mundo entero sino que coloca el asunto en el centro de la atención global porque la propuesta por sí misma, es un agresión racial contra una nación . No se trata aquí
de reflexionar sobre la situación política de Gaza sino en hacer un alto y poner en valor un
asunto fundamental: nadie puede desplazar a un pueblo para adueñarse de sus propiedades.
Este sólo hecho constituye un atentado sobre la propiedad, la pertenencia y la cultura de un
pueblo que aún con sus profundas contradicciones tiene el derecho de resguardar su territorio
y resolver sus problemas.
La “limpieza” que propone Trump viola los derechos humanos al menos de más de dos
millones de personas en un estado que es reconocido por 120 países. Ha expresado Trump:
«Deberían conseguir un buen pedazo de tierra nueva y hermosa, y conseguir que algunas
personas aporten el dinero para construirla y hacerla agradable y habitable».
En todas las organizaciones internacionales se han levantado voces señalando su desacuerdo y
francamente, al leer sus declaraciones y las de Benjamín Netanyahu, es imposible no hacer
un paralelismo con la época nazi o remontarnos a la era de la discriminación racial. Lo que
ha establecido Trump es anteponer el interés económico y la explotación.
Lamentablemente, tal accionar no es privativo del mandatario estadounidense, en la escala precisa, vamos a
encontrar en nuestro país centenares de testimonios de pueblos indígenas que fueron
desplazados por completo de sus regiones, de sus playas o de sus comunidades para
imponerles desarrollos turísticos.
La historia del abuso del poder que daña a la naturaleza, que viola los derechos humanos y que segrega, mata y arrebata a los pobladores de sus tierras ha imperado en México lo mismo que en Estados Unidos de Norteamérica, Europa, África, Asia y el sur de nuestro continente.
Lo que hoy acontece se dimensiona por quien lo dice: el Presidente de los Estados Unidos de
Norteamérica; pero cuando ha acontecido en México y han masacrado selvas y bosque,
cuando ha costado la vida de personas y de comunidades, de jóvenes o familias enteras, se
produce lo contrario: un silencio escandaloso y cómplice.
No es de sorprender entonces la postura de Trump, incluso el desarrollo de los estadounidenses ha sido ese: desplazar a los naciones originarias de sus tierras, acabar con ellos hasta donde les ha sido posible y
recluirlos en reservas. Es cierto, el proceder indigna, es inhumano y no debe ser tolerado, no
obstante, es la reacción natural de un hombre que tiene una formación cultural y racial cuya
respuesta obedece a su propia naturaleza.