Se conmemora el día 22 el segundo aniversario de la denuncia de ciudadano Guillermo Sheridan a Magistrada Yasmín Esquivel a causa del plagio de su tesis de licenciatura.
El impetuoso Enrique Graue, rector entonces de la UNAM, declaró que restituiría la integridad, honestidad y prestigio de la Universidad para lo que convocó al muy ético comité de ética y de inmediato dejó el cargo que traspasó al intrépido Lomelí que, nada más ser investido de muceta y birrete en plan alebrije oaxaqueño, adquirió un detector de integridad, honestidad y prestigio para no toparse con ellos.
Tras veinticuatro meses, se antoja que la acusación fue maniobra para iniciar un idilio tórrido entre el presunto aviador y la presunta plagiaria. Ciudadano Sheridan exhibe una personalidad festiva y juguetona: anarquista de barra de bar, lobato de navaja multiusos boyscoutista y juntaletras con ínfulas, a lo que se agrega su condición de fámulo del Ausente y doméstico pero menos del jefe de patrulla. Con tales distintivos desplegó a primera vista una fiera estrategia de conquista, de fondo delicada y sutil, que todavía no ha sido correspondida.
Quizás se confundió Magistrada Esquivel con los modos arrogantes y altaneros, sin reparar que ciudadano Sheridan es exquisito cuando amor anda entremetido. Es fama que ciudadano Sheridan desconoce la caridad, lo cual es falso. Sucede que es enano y no ve nada que no esté al ras, y para ver y ser visto necesita brincar con estridencia. De ahí su devoción por el pilotaje, ataviado con bomber de cuero, pañoleta de colores patrios e infaltable navaja suiza al cinto, transgrediendo toda normatividad universitaria y del Sistema Nacional de Investigadores pero respaldado por las autoridades universitarias y del Sistema Nacional de Investigadores que transgreden las normas para que ciudadano Sheridan pueda transgredirlas y alegar escrupuloso cumplimiento del reglamento respectivo.
La denuncia de ciudadano Sheridan se inscribe en esas historias que exigen el escándalo previo al romance fogoso. Magistrada Esquivel finge no haberse percatado del declarante que procura seducirla a diario con amplio repertorio de piropos de indisimulable erotismo: corrupta, embaucadora, ful, plagiaria, timadora. Aviador Sheridan gusta de mostrarse reactivo a la trápala y la fechoría, condición primera de una moral ejemplar. Para ello, jalea a su pandilla de facinerosos que, además de hostigar a la víctima de turno, proclaman desaforados las virtudes del enamorado.
Magistrada Esquivel sólo obsequia indiferencia a ciudadano Sheridan desconsolado ante el silencio de la ensoñada. Requiere respuestas a sus coléricos desvelos. Ideó entregarle un ejemplar de su extraordinaria novela a juicio del primer crítico literario de México, El dedo de oro, cuyo título evoca fantasías de placeres perversos. La iniciativa resultó en fracaso como acreditó el rubor que congestionó la cara de Magistrada Esquivel al recibir el volumen en sus manos. No sabiendo donde poner el dedo rechazado, aviador Sheridan lo dirigió a Claudia Sheinbaum a la que denunció esta vez por haber plagiado la tesis doctoral en un requiebro que anunciaba inminente coqueteo.
Tampoco aceptó la entonces candidata el dedo de aviador Sheridan, puesto que había preferido el dedo grandote del Supremo, en lugar del esnob pero reducido de ciudadano Sheridan que se lo metió donde pudo y allí lo tiene confortablemente instalado a tenor de su permanente sonrisita picarona.
El affaire Magistrada Esquivel está en punto muerto a decir de ciudadano Sheridan arrobado de optimismo. Sin embargo, Riobóo previene contingencias que perturben a su mujer: aumentó considerablemente el número de custodios que vigilan su avión privado para evitar el rapto y la huida de los amantes; intrigó para que a ciudadano Sheridan le retiraran la licencia de piloto recibiendo la negativa taxativa de la máxima casa de estudios; compró toda la edición de El dedo de oro que regaló a corrillos de homeless para que alimenten las fogatas que rebajan el frío de invierno ante los suspiritos decepcionados del primer crítico de la nación.
Después de dos años, Claudia Sheinbaum Pardo es Presidenta de México; Yasmín Esquivel, Magistrada de la Suprema Corte de Justicia de la Nación con opciones de presidirla; Lomelí y su comité de ética evitan por todos los medios a integridad, honestidad y prestigio, y han solicitado a la Academia de la Lengua que suprima esas voces del diccionario; Riobóo está en preparativos para viajar con su esposa a las pistas de esquí de Copper Mountain donde se encontrará con José Ramón López Beltrán y su papá para saborear tamales de chipilín al calor de la chimenea mientras afuera la nieve se precipita sin caer del todo; ciudadano Sheridan se pasea por instituciones mexicanas quejumbroso de que le llaman aviador parado sobre un taburete para que lo vean aunque sea poquito. Ciudadano-aviador Sheridan está escribiendo una nueva novela. A juicio del eximio crítico de la República, será la segunda mejor novela de la novelística nacional después del primer dedo: El dedo de Magistrada Esquivel. Se antojan demasiados dedos para el mismo huraco.