Nicolás Maduro y el oficialismo venezolano se enfrentan a las elecciones de este domingo 28 de julio en uno de los períodos más difíciles para el chavismo en más de 25 años de poder. El desgaste que sufre el presidente venezolano tras años de crisis política, colapso económico, acusaciones de corrupción y la percepción de favorecer a una élite dentro de la cúpula chavista, ha impactado incluso a los sectores y comunidades que apoyaron a Hugo Chávez en las elecciones de 1998.
A pesar de la batalla de encuestas en el país, donde el chavismo no se muestra favorecido en varias de ellas, el ambiente de cara a las elecciones presidenciales de 2024 es marcadamente diferente. Estos comicios se consideran, tanto para la oposición como para el oficialismo, un punto de inflexión crucial para el futuro de Venezuela. La erosión del chavismo entre los votantes tiene múltiples causas y numerosos analistas han señalado que esto podría abrir una ventana para su salida del poder. Sin embargo, ¿qué tan profundo es el desgaste en las calles? ¿Se ha reflejado esta situación dentro del movimiento político?
El Chavismo se transforma en Madurismo
Ronald Rodríguez, investigador y portavoz del Observatorio de Venezuela en la Universidad del Rosario en Colombia, afirma que “el chavismo no es el mismo” desde que Nicolás Maduro asumió el poder en 2013. Según Rodríguez, “los liderazgos han cambiado, la relación con los militares ha evolucionado y el madurismo está en un proceso de construcción de un nuevo partido donde la figura de Chávez se utiliza como herramienta propagandística, pero las políticas y el estilo han cambiado”.
Este cambio es fundamental para entender el desgaste progresivo que ha sufrido el chavismo. Es común que un movimiento político experimente transformaciones después de más de 25 años en el poder, especialmente cuando su líder y fundador falleció hace 11 años. Hugo Chávez había designado a Nicolás Maduro como su sucesor, confiando en que este continuaría el legado del chavismo y enfrentaría a la oposición, entonces liderada por Henrique Capriles, en unas elecciones catalogadas como “cruciales”, similares a las de 2024.
En esa ocasión, el chavismo estuvo a solo 200,000 votos de perder la elección. Aunque hubo denuncias de fraude en el conteo de votos, el país estaba prácticamente dividido a la mitad. El chavismo todavía mantenía una base de apoyo sólida en varias regiones, lo cual se reflejó en los resultados electorales.
El politólogo y consultor político Pablo Andrés Quintero destaca que la popularidad del chavismo se basaba “en un proyecto ideológico redistributivo que benefició a una parte significativa de la población, especialmente a la menos favorecida. Pero tras la muerte del líder de este proyecto, el chavismo entró en un periodo de anarquía, donde se consolidaron élites económicas y militares que se beneficiaron del poder”.
Rodríguez coincide en que Nicolás Maduro “no continuó con el papel de líder carismático que inspiraba respeto, jerarquía o convicción política. El madurismo se transformó en un régimen transaccional, donde Maduro se apoya en diversos actores para mantenerse en el poder a cambio de beneficios. Un ejemplo de esto es el papel prominente que han adquirido los militares, quienes desde su llegada al mando cuentan con banco propio, medios de comunicación y han ampliado sus funciones y poder en la mayoría de los escenarios”.
Además de los cambios internos del oficialismo, la Venezuela que heredó Nicolás Maduro es muy diferente a la actual. A pesar de una leve mejora desde 2022, el PIB venezolano se ha contraído en dos tercios, la industria petrolera, clave para la economía del país, está prácticamente inoperativa debido al deterioro de su infraestructura, y más de siete millones y medio de venezolanos se han visto forzados a abandonar el país debido a la pobreza y el colapso del bolívar, la antigua moneda nacional.
Con información de France 24