Un reciente análisis revela que la acumulación de desechos electrónicos no reconocidos como basura está alcanzando proporciones alarmantes. Según el informe publicado por el Waste Electrical and Electronic Equipment Forum, se estima que la producción anual de este tipo de desperdicios ha alcanzado la cifra de 9 millones de toneladas métricas, equivalente a 500.000 camiones de basura repletos de diversos aparatos electrónicos, desde vaporizadores y juguetes hasta cables y cepillos eléctricos.
El principal desafío relacionado con esta forma de desperdicio radica en la presencia de elementos peligrosos, como plomo y mercurio, presentes en la mayoría de los dispositivos electrónicos. La disposición inadecuada de estos aparatos puede conducir a una contaminación significativa del suelo y el agua, lo que plantea graves riesgos medioambientales.
Los expertos enfatizan la importancia del reciclaje como solución primordial para mitigar los impactos negativos de esta acumulación. El reciclaje adecuado no solo reduciría los riesgos de contaminación, sino que también permitiría a los fabricantes recuperar valiosos materiales como oro y cobre, eliminando así la necesidad de la extracción minera para la fabricación de nuevos dispositivos electrónicos.
Magdalena Charytanowicz, responsable de comunicaciones en la Fundación que realizó el estudio, advierte sobre la falta de conciencia entre los consumidores, quienes a menudo descartan inadvertidamente objetos con componentes electrónicos, lo que genera pérdidas significativas.
Este análisis destaca que el desecho de estos aparatos electrónicos conlleva una pérdida económica de alrededor de US$9,5 mil millones anuales. Además, los investigadores subrayan el hecho alarmante de que la acumulación de cables de cobre desechados podría dar la vuelta al planeta 107 veces.
Este estudio plantea la necesidad de una mayor conciencia y una gestión responsable de los dispositivos electrónicos, al tiempo que insta a tomar medidas inmediatas para abordar el problema creciente de la basura electrónica invisible.
Por: Ingrid Castillo
