Zapata vive, la lucha sigue

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«Voy a decir verdades amargas; pero nada expresaré a usted que no sea cierto, justo y honradamente dicho»
Emiliano Zapata

Hay que aprender a disociar la dignidad de nuestros héroes de las perversiones políticas, habría también que aceptar el hecho de que, a falta de imaginación, usurpar los principios ajenos constituye un acto vulgar e inadmisible al mismo tiempo que, revela un serio déficit de capacidad intelectual y genera una exposición de incongruencia que puede resultar contraproducente para quien realiza estos actos de apropiación. Para tener el arrojo de usar la imagen de estos héroes e invocarlos, se precisa tener una autoridad moral impecable y una figura cuyo peso histórico se corresponda a la misma que se pretende invocar; en los tiempos actuales es difícil medirse con hombres de la estatura de Emiliano Zapata, el Fénix de la Revolución Mexicana, un hombre que en primer lugar tomó las armas y salió a pelear por la defensa de sus ideales; en segundo lugar, es reconocido porque fue incorruptible en sus ideales e insobornable en la defensa de sus principios; y en tercer lugar, murió sin dobleces, sin componendas políticas para obtener fueros o posiciones de inmunidad, ni fue señalado por corrupto, mentiroso o por coludirse con sus enemigos o militares traficantes para sacar
ventajas, ni tampoco uso las imágenes de los demás para decir que encabezará una transformación de la revolución mexicana. Su proceder fue distinto y contundente: peleó y murió de forma congruente, con dignidad y con honor por lograr la igualdad y la justicia social del pueblo de México. Sus fuerzas armadas fueron llamadas Ejército Libertador del Sur, peleó notablemente por los derechos de los campesinos indígenas y los obreros y es mérito suyo, colocar el tema del agrarismo mexicano en la Constitución de 1917 sin haber
estado presente como diputado constituyente. Emiliano Zapata también conocido como el Caudillo del Sur, proclamó el Plan de Ayala en 1911 que postuló la restitución de las tierras a los indígenas y exigió al Presidente de México, Francisco I. Madero, el cumplimiento de los postulados de la Revolución de 1910.

En este sentido el también llamado “Atila del Sur” peleó contra Victoriano Huerta “El Chacal” y sobre la misma línea lo hizo en contra de Venustiano Carranza, es decir, peleó contra tres Presidentes de México sin temor y sin descanso siempre en aras de consolidar la justicia social de los campesinos y de los obreros, sin olvidar al mismo tiempo su marcado interés por proteger a los niños y niñas, las mujeres y los adultos mayores. Su influencia es tal que el mismo Ernesto “El Che” Guevara usó la frase “la tierra es de quien la trabaja”.


El 10 de abril se conmemora el aniversario luctuoso del Gral. Emiliano Zapata y me cuesta aceptar que los políticos sean unos proxenetas de su imagen con el respaldo y la complacencia de su propia sangre. Emiliano Zapata es el nombre que se grita con el puño en alto “¡Zapata vive, la lucha sigue!”. El hombre que los presidentes quisieron comprar con haciendas y dinero. Yo me quedo con las palabras que le dijo a Francisco I. Madero cuando éste quiso sobornarlo: “No, señor Madero.

Yo no me levanté en armas para conquistar tierras y haciendas. Yo me levanté en armas para que al pueblo de Morelos le sea devuelto lo que le fue robado. Entonces pues, señor Madero, o nos cumple usted, a mí y al estado de Morelos lo que nos prometió, o a usted y a mí nos lleva la chichicuilota”. Hombres disímbolos
(Madero y Zapata) de igual manera los colocaron juntos en la propaganda oficial ante el
mutismo de todos los que se dicen liberales y se jactan de ser revolucionarios.

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