En el año 2007 la actriz francesa Maria Schneider reveló en una entrevista que durante el rodaje de la película El Último Tango en Paris (1972) de Bernardo Bertolucci, se sintió “humillada y un poco violada”, a raíz de una escena de sexo que tuvo con el actor Marlon Brando, en la que éste abusa de ella utilizando mantequilla, y que se filmó sin su consentimiento. La confesión hasta ese momento sólo había causado indiferencia.
Fue hasta 2016, nueve años después de esa revelación, que Bertolucci reconoció que había pactado con Marlon Brando, la misma mañana del rodaje de esa escena, utilizar mantequilla a modo de lubricante, sin decirle nada a Schneider, porque -según confesó el realizador- quería su reacción como niña y no como actriz, quería que reaccionara de manera real al acto de humillación. En ese entonces ella tenía 19 años. Dijo sentirse culpable pero no arrepentido.
El Último Tango en Paris pasó de ser una de las películas más aclamadas, a la más controvertida y repudiada de su filmografía. Tuvo algunas reacciones de celebridades de Hollywood condenando el acto, pero no hubo consecuencias legales.
Este 2023, el director mexicano Jorge Cuchí trasladó un suceso como estos hasta nuestros días. En su reciente largometraje Un actor malo (2023) se cuenta la historia de una pareja de actores, Sandra y Daniel, durante el rodaje de una película. Cuando filman una escena de sexo ella parece sentirse incómoda y al terminar de rodarla lo acusa por violación.
Cuchí se inspira plenamente en el hecho de la película de Bertolucci, con la diferencia de que para este acto ella decide acusarlo de inmediato, aunque se muestra sensible ante la dificultad de una persona agredida sexualmente, porque la pregunta más recurrente que le hacen a Sandra es ¿por qué no gritaste?, siempre condenando el actuar de ellas y no de ellos.
Este acontecimiento violento de una agresión sexual en la película es el punto detonante de que ocurran las otras violaciones que rodean un hecho como éstos; el de una complicidad indirecta del director de la película, las coacciones, el encubrimiento y la negación del hecho. También permite reflexionar sobre la violación a la intimidad, los prejuicios en las redes sociales, los medios de comunicación, las reacciones de los movimientos feministas y el linchamiento social.
Es un film que relata el momento de una agresión sexual y su entorno. La cámara se mueve en las habitaciones, persigue a sus personajes, se agita en los momentos de tensión, como a manera de documental, para insertarnos en la realidad de lo que ocurre. Hay un espléndido trabajo de actuación de Fiona Palomo y Alfonso Dosal, que consiguen hacer sentir a la persona espectadora sorprendida, indignada y molesta.
Escribo esta columna, a unas horas de las protestas por supuestas denuncias de abusos sexuales manifestadas durante la inauguración del Festival de cine en Cannes, y a unos días de la anulación de la sentencia contra Harvey Weinstein, que originó el movimiento #MeToo en el mundo.
Un actor malo se encuentra disponible en salas de nuestro país.
Nos leemos el jueves.
Por @odballeza