Que pongáis sobre mi tumba este verso:
«Aquí yace donde quiso yacer;
de vuelta del mar está el marinero,
de vuelta del monte está el cazador»
Roberto Louis Stevenson
Hace 130 años, específicamente el 3 de diciembre de 1894, falleció Robert Louis Stevenson, uno de los escritores más notables de la literatura universal. Su nombre figura entre los creadores imprescindibles mayormente traducido con obras como Treasure Island, Kidnapped, A Child´s Garden of Verses y Strange Case of Dr. Jekyll and Mr. Hyde. Nació el 13 de noviembre de 1850 en Edimburgo, Escocia; influenciado por su padre estudió ingeniería en la Universidad de Edimburgo, pero abandonó esa carrera para estudiar abogacía, misma que ejerció por un periodo corto de tiempo para después consagrase a la literatura. Robert Louis Stevenson era un viajero incansable y pese a que su salud la mayor parte del tiempo se veía afectada, nunca conoció el reposo. Se podría decir que su pasión por la vida se imponía siempre a la adversidad.
Si lo perfiláramos desde la visión aristotélica, diríamos que era más erótico que tanatico e incluso hasta lo ubicaríamos en la escuela estoica. Definido por sí mismo como un optimista irremediable, el vigor de sus obras está impregnado de una vitalidad única que las dota de una visión sensacional de la vida. Debido a sus padecimientos, a la tuberculosis en específico, Stevenson buscaba los lugares cálidos y eso lo llevó a Hawái en donde conoció a Fanny Osbourne quien lo dejó todo, incluso a su esposo, para casarse con él. El autor que hoy en día figura como uno de los creadores fundamentales en la historia de la literatura, en su momento recibió críticas por sus obras poco comprendidas, sus recursos literarios novedosos y su visión de la naturaleza humana. De sus contemporáneos contó con la cercanía de Henry James y Mark Twain quienes reconocieron su calidad humana.
No resulta difícil suponer que la fragilidad de su salud, fuera al mismo tiempo lo que le dotara de una sensibilidad excepcional y también de una fortaleza única: Durante catorce años no he conocido un solo día efectivo de salud. He escrito con hemorragias, he escrito enfermo, entre estertores de tos, he escrito con la cabeza dando tumbos, expresó. La muerte quien a los genios los prefiere jóvenes, lo prendió de su vida a la edad de 44 años mientras vivía en Vailima, Samoa. Resuenan aún en el sendero que guía a los hombres a la posteridad, los versos de Stevenson: Mi cuerpo, que es mi calabozo/ es también mis parques y mis palacios/ son tan grandiosos que allí siempre estoy/ todo el día, de un lado a otro, despacio. El árbol de la vida de la obra de Stevenson dio sombra benéfica a autores como Jorge Luis Borges, Graham Greene, G.K. Chesterton, Joseph Conrad, entre otros. Su producción se extendió al ensayo, el periodismo, la crónica e incluso escribió canciones. Leerlo no sólo constituye un acto de placer y de goce estético sino un aprendizaje permanente que revela una obra poderosa y sensible.