Spencer. El drama de una princesa

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El paisaje es frío, nublado y con faisanes muertos en el camino. Todo marcha perfecto, con precisión. Predomina el orden. Personal del servicio militar marcha hacia el interior de una casona de campo entregando con exacta organización cajas con frutas y langostas, del mismo modo que camina la brigada de cocina. Esa rutina mecanizada se interrumpe por una joven Diana que maneja extraviada su Porsche hasta encontrar una cafetería en la que pregunta a los comensales ¿dónde estoy?

Estos primeros minutos revelan la línea de Spencer (2021), película norteamericana dirigida por el chileno Pablo Larraín, que retrata a la princesa Diana en sus últimos días de relación con el príncipe Carlos mientras la Familia Real Británica se prepara para celebrar tres días de Navidad en su casa de campo en Sandringham.

Orgullosa y por momentos aferrada al apellido de su padre, Diana Frances Spencer llega tarde a los eventos, a la rutina de la cena y a los horarios de apertura de los regalos. Se le siente incómoda y molesta. Es la aversión hacia el ritmo y la dinámica de la monarquía británica y sus protocolos. Sin mencionarse, se respira el desgaste de los 10 años de casada con el Príncipe de Gales.

Es aquí donde Larraín, en esta película descrita por él como la fábula de una tragedia, toma el camino de la insurgencia, cuando Lady Di encuentra en su dormitorio un libro sobre la vida y la muerte de Ana Bolena, quien fuera reina de Inglaterra, pero terminó decapitada en 1536 acusada de adulterio por su propio marido, y sospecha que la propia Reina Madre se lo envío como advertencia. Es imposible en el contexto reciente separar ese vínculo extraño que sugiere Larraín: Ana decapitada por falsas acusaciones de delitos de alta traición y adulterio, y Diana en un supuesto accidente automovilístico en 1996. Ambas como desafiantes del sistema real y presintiendo su propia muerte.

Pablo Larraín da pasos firmes como realizador de películas biográficas, pues al igual que en Jackie (2016) con Natalie Portman, y en Neruda (2016) con Gael García, y junto a su guionista de cabecera Steven Knight, permite ver a personajes incómodos, aislados, incomprendidos. Habitantes de un lugar al que no pertenecen. En Diana se hacen presentes sus problemas de bulimia y su tendencia a autolesionarse.

Fiel a un cuento de hadas, Diana encuentra sus refugios de amistad y de ternura con sus hijos; con el chef Darren (Sean Harris), y con su modista de confianza Maggie, (Sally Hawkins), y sus momentos de irreverencia ante el villano Alistar Gregory, interpretado por Timoteo Spall, el Peter Pettygrew en Harry Potter y el Prisionero de Azkabán.

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El rol de la Princesa Diana está en manos de una Kristen Stewart que ejecuta el papel con solvencia y madurez. Bajo la dirección de Larraín no busca ser ese personaje que se desarrolla con profundidad, sino que se mueve en equilibrio con la Diana que conocimos en la realidad, y como la Diana que propone en su propia fábula, lo que permite que la película se desenvuelva en un tono tan dramático como surreal.

Cada trazo de Spencer se despliega con belleza y con elegancia. El retrato es intenso y cinematográfico. Un logro de la cine fotógrafa Claire Mathon, que deslumbró también de forma magistral en Retrato de una mujer en llamas (2019).

Spencer es un drama, un cuento de hadas o de princesas, pero también puede ser una historia de terror con sus fantasmas y sus pesadillas, con sus amenazas y sus alegorías de la muerte. Aires de violencia familiar cobijados hasta en las mejores familias.

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Spencer está disponible en Prime Video y HBO Max, invito a no pasarla desapercibida.

Nos leemos el jueves.

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