La política cuando sólo se ocupa de la política exhibe su ineptitud para servir a la sociedad. Andrés Manuel López Obrador ha demostrado durante la crisis del huracán Otis indisimulable incompetencia. Es posible que sea un político destacado, pero es un Presidente incapaz. No gobierna, conspira. Nada hay que no traduzca en clave de oportunidad política, relegando a la irrelevancia su deber como titular del Ejecutivo. Llama la atención su rechazo a todo lo que se asocie con el dolor de los mexicanos. Se dice que no es empático o que es frío e impasible. En realidad, Andrés Manuel es indiferente al dolor. La vida, a excepción de la suya y, a lo mejor, de sus hijos, no le interesa en absoluto. Un muerto es un voto menos que no merece ninguna atención. Todo está relacionado con elecciones, con permanecer de una u otra manera en el poder. No es previsor, ni prudente, ni se preocupa por los ciudadanos. Gobierna a salto de mata mediante ocurrencias que exponen costuras de un gobierno sin otro propósito que seguir en Palacio Nacional. Afrenta a la sociedad al saludar a la mamá del Chapo Guzmán. Ahora declara el Mini Lic. que Morena fue financiado en las elecciones de 2012 y 2018 con dinero del cartel de los chapitos. Dinero para las campañas para quien sólo sabe estar en campaña. El huracán asoló en apenas tres horas Acapulco. Después de cinco días y del paripé que montó el Presidente el miércoles viajando al puerto por tierra, con contratiempos predecibles, atrapado en el lodo, las ayudas a la población se desahogan con lentitud exasperante. Toda una operación al servicio de exprimir el voto de los acapulqueños en que lo importante es quien ofrece la despensa y no la despensa misma tras días de hambre.
No es significativo la ausencia de electricidad, las hordas entrando a pillaje en establecimientos, los muertos en las calles apenas cubiertos con una sábana, la inacción de la Guardia Nacional, la desesperación de ancianos tras haberlo perdido todo, niños llorando en las calles, señoras impotentes porque no encuentran qué llevar a sus hogares, casas derruidas, brutales deslaves, violencia y supervivencia sin distinción, la alcaldesa morenista de Chilpancingo celebrando su cumpleaños con macabros fuegos artificiales, la tardanza de la gobernadora morenista de Guerrero en recorrer la zona, el paisaje devastado de la ciudad. Las palmeras de la Costera dobladas pero no vencidas, imagen épica de los acapulqueños y de Acapulco. López Obrador proclama que todo está controlado cuando nada hay controlado, que la ayuda ya ha llegado, que se ha restablecido el 50% del servicio eléctrico. Ni un comentario a la desaparición del fideicomiso FONDEN ni a la desarticulación parcial del programa FONDEN. El dinero para las campañas en lugar de dinero para paliar desastres naturales. La movilización para captar el voto aprovechando las desgracias de los ciudadanos. El dolor no existe excepto si el dolor aporta votos.
Queda la sociedad civil porque la solidaridad de los ciudadanos está por encima de sus políticos y de su Presidente. Es el momento de echar una mano, de colaborar como se pueda y en lo que se pueda para la reconstrucción. Acapulco y los acapulqueños sólo pueden ser rescatados por los mexicanos mientras López Obrador se ufana de su triste popularidad. Como escribe Jorge Camacho, director de La Torre News, “Juntos vamos a recuperar Acapulco. ¿Quién se suma?”.