Populismo es una manera de la política, presente desde siempre, que no es necesariamente ni
buena ni mala. El populismo irrumpe cuando los partidos entran en crisis, cuando la vieja
política requiere de novedad para que no colapse el sistema. Descalificar a determinado
personaje denunciando populismo es irrelevante a no ser que el populismo tenga
consecuencias en el aparato democrático. No se limita a izquierda o derecha, se hace presente
en cualquier ideario. Dos elementos lo caracterizan por encima de otros: mesianismo y trato
directo con el pueblo. A veces se limitan al discurso, pero otras dirigen actuaciones ejecutivas.
Confinado al discurso, el populismo es neutro al remitirse al criterio del ciudadano. Elevado a
directriz de gobierno, amenaza la democracia a causa del autoritarismo. López Obrador es
mesiánico e interviene las instituciones en nombre del pueblo. Las mañaneras son un ejercicio
populista de manual en que el Presidente no atiende a la realidad de México sino a la realidad
que le conviene con el pretexto de que conviene a México. La demagogia y la mentira asoman
constantemente.
Parece que López Obrador quiere cambiar las instituciones democráticas. Lo anunció
en su momento: “Al diablo con sus instituciones”. Hasta ahora no ha propuesto nuevas
instituciones, las ha desaparecido. En estos momentos presiona a diario al poder judicial,
INAI, INE y al Tribunal electoral. Pero no está claro si pretende reducirlas a la nada o dotarlas
de otra operatividad como parece. Claudia Sheinbaum afirmó este fin de semana en Querétaro,
dirigiéndose a Ernesto Zedillo y Felipe Calderón, que ella “no se arrodilla ante los poderosos
porque quiere mirar de frente al pueblo”. Declaración obscenamente populista. Ernesto
Zedillo se instaló en EEUU desde el 2000, con esporádicas apariciones para comentar la
actualidad mexicana. Felipe Calderón vive un destierro injustificado en España desde hace casi
dos años haciéndose presente a golpe de X. No parece que ninguno de los dos expresidentes
sea poderoso. Más interesante es ese “quiero mirar al pueblo a la cara”, cuando evitó mirar a la
cara a víctimas y familias de la línea 12 del metro. Quizás muertos y heridos no formen parte
del pueblo bueno y sabio porque no forman parte del pueblo bueno y sabio de este sexenio.
Nada de lo declarado por Sheinbaum es verdad, sin embargo se aprecia la receta populista,
efectista pero carente de lógica, desprovista de verdad.
López Obrador es un populista que es populista. Claudia Sheinbaum es una populista
que es Claudia Sheinbaum. El populismo de Sheinbaum puede quedarse en el discurso o no. Si
lleva el populismo a la actuación de gobierno, la precaria y degradada democracia de hoy será
otra o ninguna después de este sexenio. Xóchitl Gálvez tampoco escapa al embrujo populista
como maniobra para sobrevivir a la descomposición de los partidos políticos. La desalentadora
situación del presente se debe a la irresponsabilidad de las dirigencias de los institutos políticos
que solo se interesan en los ciudadanos para recabar votos. El populismo es efecto de unos
partidos premeditadamente antidemocráticos, corruptos e inoperantes. Por diferentes motivos,
el populismo juega de manera decisiva en las próximas elecciones.
Populismo
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