Personajes políticos entre la Inmadurez e infantilización

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La erosión del ser se da por la disolución de las identidades y papeles sociales, que otrora eran definidos e integrados por marcadas diferencias ideológicas, políticas, de intereses culturales, de formación educativa y hasta de clases sociales.


La alteridad social contrastaba la similitud de lo visible, hoy estamos ante la unidad perdida de personalidad que genera un nuevo tipo de dominación por un comportamiento anómalo y degradante.
Esto no es nuevo, hace unos días se cumplieron 300 años del natalicio de Immanuel Kant y recordé su crítica hacia la inmadurez intelectual de su época, en donde las personas carecían de habilidades de razonamiento propio, y por ello solo repetían o seguían la voluntad de los demás.


Sujetos sin carácter, coraje o valentía para alcanzar una ruta de vida con pereza mental. Para Kant ser inmaduro era muy cómodo, pues no necesitan ningún esfuerzo, ni tener argumentos propios para existir, como una clase de flaneo vivencial donde la justificación del todo se da por la obediencia. Estos inmaduros también soy peligrosos, pues mienten, engañan, violentan, escudan, someten y hasta imponen decisiones de manera automática. Un inmaduro es un ser que toma todos los atajos convenientes sin pensar en el riesgo o consecuencias. Un inmaduro se burla, ofende, discute y no debate, descalifica pues no tiene la capacidad de producir ideas que se contrapongan de manera reflexiva a lo que no le gusta o entiende.

Ante los contenidos del tejido digital y sus redes cualquiera puede exponer juicios y opiniones como verdades, pero sin probar ni responder al argumento crítico de la razón. Por otro lado no es raro que en los últimos años del siglo XXI estemos frente a una niñez extendida, una especie de infantilización de las cosas y las personas, con niños de 30, 40 o 60 años, y me refiero a esa inmadurez del raciocinio que nos
hace comportarnos de manera imprudente o insoportable, con algún tipo de –berrinche- por no obtener lo que se desea o por molestar e incomodar a alguien más.


Si algo no nos gusta lloramos e increpamos al otro, a ese que no piensa como nosotros, que está en el lado opuesto de la ideología, y en lugar de exponer ideas, se rebajan a consideraciones utilitarias y violentas; en vez de argumentar se desea venganza por no comprender los significados de la existencia civilizatoria. Niños que viven en un universo primitivo, con desprecio hacia lo que no entienden o no les da la razón de sus comportamientos o actitudes, esos niños de 60 años que hacen muecas, escupen, pegan chicles o interrumpen a los demás, pero que nadie los interrumpa a ellos.


Inmaduros e infantiles que están seguros que con provocar humillación son superiores, pues con belicosidad primitiva viven su propia lógica social y afianzan una seguridad con base en capturar botines de fama, como aquellos signos de vitoria al arrebatar la caballera del vencido, solo que aquí la prisión es el intelecto pues no tienen filtros y pueden desafiar o provocar como cualquier bravucón y verlo con ojos de virtud y fuerza; un insulto e impulsividad descontrolada afianza su seguridad para imponer lo que ellos y ellas llaman respeto. Vivimos una época compleja, Kant estaría más que molesto al ver a personajes
como cierta candidata a la presidencia de la república de México, quien toma la bandera de la inmadurez e infantilidad prolongada para conjurar un discurso que se piensa creativo y provocador, pero no es otra cosa que la barbarie sin raciocinio.

Una niña que ante sus ofensas se ríe y las toma como un triunfo, parecido al equivalente pulsional de provocar una herida al enemigo y que ve en la mentira la simetría de su propio mundo. Esta niña envalentonada que al no ganar en un juego se lleva su pelota para que nadie más la use, sumamente infantil en su accionar y discurso e inmadura al no contar con la mayoría de edad intelectual y aún así quiere tomar las riendas de un país.


La risa barata, la broma ofensiva, el apodo hiriente o las muecas y gestos desaprobatorios ante quien no piensa igual a ella son su ser y estar cotidiano. Me imagino que sería elegir de presidente al niño que nos acosaba por usar lentes, por nuestro tono de piel, peso, estatura, forma de hablar o sacar mejores
calificaciones, es decir, siempre habrá un motivo para que estos niños inmaduros busquen un proceso de especialización de la violencia para ejercerla hacia los demás, donde la venganza es su forma de socialización holística en conjunto con aquellos valores que les proporciona su propio ego. El verdadero problema se encuentra en suavizar sus actos, con medios de comunicación y líderes de opinión que encuentran en su proceder la riqueza discursiva que México necesita, normalizando su comportamiento a una clase de lógica funcional y utilitarista que le hará ganar el voto. Días extraños como escribiera el poeta californiano.

LA CIMA 01/05/24
Textos híbridos de periodismo contemporáneo

Por: Bernardino Rubio Tamariz

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