
Diferentes medios nacionales e internacionales informan que Pablo Iglesias Turrión comienza una nueva aventura empresarial en México. Fundador del partido de extrema izquierda Podemos y exprofesor de la Universidad Complutense de Madrid, el intrépido politólogo-académico-empresario-periodista-barman-diputado de las cortes españolas-vicepresidente del primer gobierno de Pedro Sánchez traslada intempestivamente sus quehaceres profesionales a estos lares. Pablo Iglesias representa al progre-progre, al que transforma la mentira en verdad y viceversa, al que acosa a rivales políticos para “darles jarabe democrático” según sus palabras, pero que cuando sufre escraches denuncia un acoso intolerable de “nuestros adversarios políticos”; al que prometió a las bases de su partido político que “nunca, nunca abandonaré Vallecas”, barrio obrero de Madrid de donde es originario, porque sería traicionar “la lucha de los trabajadores”, para trasladarse con su pareja a la zona exclusiva de Galapagar en la capital de España. Su última ocurrencia como empresario-proletario consistió en abrir la Taberna Garibaldi, en el castizo barrio de Lavapiés, que cerró poco después. La intención del sórdido tugurio era crear “un espacio antifascista para tomar cañas” “porque las tabernas son el último bastión de la libertad del proletariado”. El tabuco acaba de cerrar sus persianas definitivamente porque no cumplía con las medidas de higiene consignadas en el reglamento de locales públicos, poniendo en riesgo la salud de los trabajadores que en lugar de defender la última barricada antifascista optaron por denunciar al empresario-proletario. En una sesión de control al gobierno en el parlamento español, el indómito comunista afeó la condición nobiliaria de Cayetana Álvarez de Toledo a lo que contestó la diputada: “estoy muy orgullosa de mi familia y de mi marquesado, porque siempre será más noble que pertenecer a una familia que ostenta un marquesado terrorista”, en alusión al padre de Iglesias, terrorista del FRAP (Frente Revolucionario Antifascista y Patriota).
Un vistazo a los oficios de Iglesias exhibe que confunde ocupar puestos con trabajar, hablar con actuar, ocurrencia con pensamiento. Defensor del feminismo más feminista, alumnas y camaradas femeninas comentan que al calor de unas cervezas en cualquier local les espetaba: “te espero en el baño”. Y refiriéndose a una locutora española, registró en sus redes sociales: “la azotaría hasta sangrar”. Este fámulo de Sade y lúgubre picha brava llega a México para impulsarel negocio de comunicación de Canal Red América Latina. El proyecto se antoja inseparable del grupo de Puebla, con apoyo aparente de líderes de izquierda de la región comenzando por López Obrador y Claudia Sheinbaum, sin desmerecer al expresidente de España José Luis Rodríguez Zapatero. Como progre de pedigrí, Iglesias ignora qué es trabajar, pero sabe muy bien cómo ordeñar dinero público. De manera que puede concluirse que el arrojado defensor del lumpen proletariado no viene a México para trabajar, puesto que desconoce el sentido del término; tampoco a sumarse a la revolución roja-progre que ya inició el conservador López Obrador; menos aún a proponer algo novedoso en provecho de México puesto que su horizonte de expectativas se reduce a la etapa de Stalin al frente de la URSS.
Todo indica que Pablo Iglesias Turrión, émulo de Colón y Cortés, desembarca en nuestro país para atiborrar sus cuentas corrientes de dólares con el pretexto de que el pueblo tiene derecho a conocer la verdad, con el argumento de que la verdad es él, con el deseo de que en cualquier local haya muchos lavabos y muchas jóvenes a las que esperar que no le hagan esperar. En cuanto al fututo de la flamante empresa, lo más probable es que cierre poco después de inaugurarse, como ha sucedido con todos los trabajos y negocios de Pablenín (como le llama un periodista en España). Trabajar no es lo suyo, pero es un especialista para hacerse del dinero ajeno, mejor si procede del erario como todo progre de caché.