La historia de Javier Milei se lee como una historia de éxito cuando es la historia de una
desesperación, la del pueblo argentino. Hace diez años un individuo histriónico y
temperamental saltó a programas televisivos de opinión política para incendiarlos. Ochos años
después se presentó a diputado, ganando el escaño como abanderado y único integrante del
misterioso partido La Libertad Avanza. Menos de dos años después se ha hecho con la
Presidencia de la República. Irrupción extraordinaria menos atribuible a Milei que a la
postración de un país que multiplica pobres cada día, a merced de una inflación desbordada. Es
lugar común afirmar que sus propuestas políticas son un salto a lo desconocido, pero no se
subraya lo suficiente que lo conocido representado por Sergio Massa es inviable. Milei ganó
con 99,60% de los votos, frente a 55,40% de Massa, con una ventaja de 12 puntos, se impuso
además en todas las provincias a excepción de tres. Los resultados indican una hazaña histórica
puesto que nadie hasta ahora había alcanzado este porcentaje de preferencias desde hace
cuarenta años. Sin duda, el traslado de votos de Juntos por el Cambio, liderado por la
excandidata Patricia Bullrich, ha sido decisivo. El panorama al que se enfrenta es pavoroso: en
el último año ha aumentado la inflación 142% y la moneda se ha devaluado 50%. Sin la
situación actual del país, difícilmente habría ganado Milei. Sus propuestas son radicales: recorte
mayoritario de impuestos y de ayudas sociales (la famosa “motosierra”), dolarización de la
economía para acabar con la impresión de dinero causa de la inflación, cambio de la moneda
nacional por el dólar estadounidense, desaparición del Banco Central de Argentina, alianza en
política exterior con Estado Unidos e Israel.
El Presidente electo ha sufrido quizás la campaña de desprestigio y acoso más
vehemente de la historia reciente de Argentina. Particularmente insistentes han sido las
acusaciones de desequilibrio mental, exhibidas por Massa en el último debate, que le vale el
mote despectivo de “el loco”. Pero Milei ha seducido al electorado con una seguridad en sus
propuestas que ha generado confianza. Un factor determinante en su campaña ha sido la
denuncia de corrupción de la clase política, en algo que recuerda a López Obrador. Andrés
Manuel no ha hecho nada para combatir la corrupción, se verá de qué es capaz Milei.
Consecuencia de la victoria, sus adversarios comienzan a saltar del barco del actual gobierno
encabezado por Alberto Fernández, desaparecido durante toda la campaña, y que ayer se limitó
a un escueto comunicado en que se comprometía a facilitar el traspaso del Ejecutivo, sin
felicitar al ganador. Massa, responsable destacado de la crisis económica, señaló que no puede
atribuírsele a partir de ahora nada de lo realizado, puesto que el traspaso de poderes compete al
Presidente y al Presidente electo. Nadie sabe lo que puede encontrarse Milei. De momento
muestra voluntad y convicción, pero no basta. Está muy bien para ganar unas elecciones pero
no para gobernar.
Argentina se enfrenta a lo desconocido pero lo desconocido quizás no sea peor que lo
conocido. De momento, incertidumbre a la espera de lo que dicte la bolsa de valores y de las
primeras acciones de gobierno. La victoria de Milei es aire para la derecha latinoamericana,
pero también puede sumirla en una crisis de larga duración en caso de que fracase.
Milei, el libertario
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