Sin excepción, los medios de información se declaran independientes. Da la impresión de que la proclamada independencia les concede un aura de prestigio desmentido a diario. En México no hay medios independientes como no los hay en otros países. El adjetivo aplicado a un periódico, una estación de radio o una televisora es un calificativo vacío. No puede haber independencia donde la independencia es un valor devaluado o inexistente. Tampoco parece que la información sea ya prioridad en unos medios cuya prioridad es en exclusiva económica.
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En todo caso, la información se subordina al interés monetario. La polarización de la política que permea la sociedad se ha trasladado a los medios de comunicación. En la actualidad, la información independiente, o está a favor de López Obrador y Claudia Sheinbaum y en contra de la oposición y Xóchitl Gálvez, o al revés. El posicionamiento exhibe una justificación que no reside en la independencia sino en la dependencia económica. Pero esa dependencia muestra también variantes: medios subvencionados por el erario y medios que fueron subvencionados por el presupuesto público al que ya no tienen acceso pero al que desean regresar. Sólo en este sentido debería hablarse de medios independientes, aquellos que ya no pueden depender del erario porque el gobierno les cerró la puerta. Sin embargo, no hay periodista ni informador que no declare que trabaja para un medio independiente.
La Jornada y Excélsior se dicen autónomos al operar como boletines del oficialismo. Reforma y El Universal se proclaman independientes porque no reciben financiación pública o, dicho de otra manera, no pueden ser sino independientes, pero su propósito es volver a la dependencia como muestra su apoyo incondicional a la candidata de Fuerza y corazón por México. Algo semejante se observa en programas de Youtube aunque con otra intensidad. Sin censura de Vicente Serrano o Los periodistas de Álvaro Delgado y Alejandro Paez Varela maniobran con la misma obstinación a favor de López Obrador que Carlos Loret de Mola en el noticiero de Latinus en contra de Andrés Manuel. Se advierte también un hecho curioso que merece atención: emisiones de aparente seriedad que en estos momentos ya ocupan los lugares más destacados de los programas de humor, como el de Marco Levario y el de Ricardo Sevilla, también de signo opuesto. Los medios han renunciado a la información optando por adherirse a una de las facciones políticas en contienda. En rigor se considera independencia a la decisión de apoyar a determinado candidato con objeto de asegurar financiación presente o futura.
Los medios huérfanos de este sexenio aspiran a regresar al financiamiento público. Los medios dependientes se agarran con fuerza a subsidios del erario. La tarea de los respectivos medios se somete a este interés de manera que la información es sólo mercancía con que comerciar. Incomoda tanta insistencia en la independencia de unos medios que en ningún momento operan como independientes, sino cautivos del presupuesto público. El enfrentamiento de los medios no es menor, al contrario es un espacio en que se libra una batalla virulenta. A la polarización contribuyen decisivamente los medios de comunicación aunque se excusan bajo el deber de informar. Lo que está en juego no es la independencia asumida propaganda, lo que se juegan es el financiamiento al que sacrifican la información. Medios huérfanos a la búsqueda de la tutela perdida del erario, medios dependientes que se aferran a la generosidad del gobierno.