En sus relatos, Julio Cortázar merodea sin precisar características de los cronopios, seres fantásticos caracterizados por su idealismo y sensibilidad, por su ingenuidad y extravagancia.
Este otro Cortázar, Max, no es nada de esto. No es un cronopio pero tampoco en lo individual
ingenuo, ni idealista, ni sensible, ni extravagante.
Max nada comparte con un cronopio que no sea apellido con el hacedor de cronopios. Ni siquiera el color verde que le sería lo más accesible entre tantas imposibilidades. El Cortázar mexicano carece de imaginación creativa a cambio de pragmatismo ramplón.
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Que sea pragmático no implica que sea efectivo. Su nombramiento como coordinador de comunicación de la campaña de Xóchitl Gálvez se antoja improvisación o imposición improvisada.
El equipo de la candidata del Frente Amplio es un hormiguero que asiste al paso de la horas entre café y café, salidas a fumarse un cigarrillo o comerse un Gansito en la tiendita de la esquina, grititos ante el menor escandalito de cualquier integrante de los grupos Xochilovers (menudo nombrecito, cursi y pastelero como de color rosa pero en serio), llamadas de atención al provocador o renuente en X, proclamas en redes para subrayar la superioridad moral de la estrategia de campaña: “nosotras no nos rebajamos al nivel de los morenistas porque Claudia Sheinbaum es mujer aunque sea adversaria, una de las nuestras y somos muy pero muy feministas”.
Las lumbreras que coordinan la campaña parece que son el juvenil e intrépido Santiago Creel cuya virtud más destacada es que aburre a las ovejas sin abrir la boca, cuando la abre, las tumba; Lili Téllez quien parece distanciarse de una estrategia que no comparte; y Margarita Zavala que se ha hecho cargo de la coordinación de comunicación política hasta la llegada de Max Estrella porque era impostergable que llegara alguien aunque no fuera Max Estrella.
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El itinerario profesional de Cortázar, el mexicano, es en cualquier caso curioso.
Siempre ha ocupado cargos de relumbrón ya fuera en el gobierno del Presidente Calderón, ya en el de Puebla siendo gobernador Rafael Moreno Valle, a lo que se agrega en los últimos años un desorientado periplo por administraciones desempeñando casi siempre una función semejante en la que no ha dejado más huella que su paso y qué paso.
No destacó en ningún puesto, limitándose a un ejercicio gris, aplicado a lo que se requería sin iniciativa alguna. Desde luego, la apreciación no invalida el nombramiento. Pero se antoja extemporánea. ¿Es el
responsable de comunicación que necesita Xóchitl Gálvez? Da la impresión de que por detrás del nombramiento hay algo más que reside en luchas entre grupos panistas y expanistas para imponer a alguien que transmite anacronismo y rancia nostalgia pero servilismo a determinada facción.
En descargo, la campaña de Xóchitl no está varada por la incompetencia del anterior responsable de comunicación política, como tampoco lo estará por Max Cortázar si la campaña no se reactiva o no será unicamente su responsabilidad. El obstáculo fundamental reside en la descoordinación de la coordinación del equipo. Cortázar tiene oportunidad para poner orden en su departamento y relanzar la campaña si le dejan. En cuanto a su competencia, está por verse.
El nombramiento genera más preguntas que respuestas que quizás despejen las semanas venideras. Y no, no es un cronopio. Aunque quizás en estos momentos
quisiera serlo.