Lo que viene para España

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Pedro Sánchez fue investido este jueves como presidente del gobierno de España. El líder del Partido Socialista (PSOE) consiguió 179 votos parlamentarios a favor por 171 en contra, lo que avaló su reelección al frente del Ejecutivo por cuatro años más. Como es sabido, la llave que desbloqueó la situación fue la amnistía concedida a todos aquellos actores implicados en el proceso independentista de Cataluña de 2017, una medida que muchas figuras importantes dentro del PSOE, con Sánchez incluido, decían que era inconstitucional hace apenas unos meses. Desde el partido se han encargado de defender el cambio de opinión presentando la amnistía como un precio que había que pagar para impedir una repetición electoral que pudiera llevar al Partido Popular y al ultraderechista Vox al Ejecutivo.

Al final, Sánchez lo consiguió y se debe celebrar que la extrema derecha se mantenga apartada del gobierno de España por otro periodo más. Sin embargo, las formas para lograr la investidura exhiben el lado más oportunista de quién habitará en el Palacio de La Moncloa de aquí hasta 2027. Ya con el mandato renovado, toca girar la atención hacia lo que viene por delante, ya que se anticipa una legislatura un tanto inestable por una serie de motivos.

En primer lugar, la investidura de Sánchez tuvo que ser certificada por ocho formaciones políticas distintas para concretarse: PSOE, Sumar, ERC, Junts, Bildu, PNV, BNG y Coalición Canaria. Esto significa que para alcanzar la mayoría necesaria en futuros asuntos legislativos, el gobierno entrante tendrá que poner de acuerdo a una gran variedad de fuerzas políticas. Entre ellas, cuatro partidos abiertamente independentistas con mucho peso, dos catalanes (ERC y Junts) y dos vascos (Bildu y PNV), que suman 25 escaños entre todos y no darán sus apoyos tan fácilmente, a menos que vean cumplidas sus exigencias de gozar cada vez de mayor autonomía para sus regiones en distintos ámbitos.

En segundo lugar, no se puede decir que el conjunto de partidos que hizo presidente a Sánchez sea un bloque unitario ideológicamente. Si bien la mayoría de los partidos pertenecen a un espacio político que podríamos considerar progresista o de izquierda, también hay formaciones como el Partido Nacionalista Vasco (PNV) o Junts per Catalunya que son de derecha. Esto podría representar un conflicto cuando se intenten aprobar leyes en materia de gestión económica o de asuntos sociales, lo que fue un sello durante la administración anterior, en la que hubo un considerable incremento en el gasto público, con la implementación de subsidios en diferentes sectores y medidas a favor de la igualdad. Uno de los primeros campos de batalla en este sentido será la aprobación de los presupuestos para 2024.

En tercer lugar, Sánchez no tendrá ni el apoyo incondicional de todo Sumar, su socio más afín ideológicamente. Hay que recordar que la formación liderada por Yolanda Díaz está conformada a su vez por unos 15 partidos de izquierda, entre los que se encuentra Podemos, la marca izquierdista fundada por el influyente Pablo Iglesias y liderada actualmente por Ione Belarra. Podemos tuvo un momento de mucha popularidad hace cuatro años que le alcanzó para negociar un acuerdo de investidura con el PSOE, que incluso logró que algunos ministerios del estado acabaran en manos de políticos de dicha formación.

Cuatro años después, la relación entre el PSOE y Podemos se encuentra en sus peores días, tras una serie de desacuerdos entre ambos socios durante los últimos años de legislatura, que incluyeron fuertes cruces de palabras entre ministros de un mismo gobierno, exhibiendo la división que había dentro del Ejecutivo. Podemos ahora solo cuenta con 5 escaños, dentro de los 31 que consiguió Sumar. Es un número bajo, pero que podría causar algunos estragos debido a la rebeldía que siempre ha mostrado el partido y las ruidosas que pueden llegar a ser sus posturas: Desde buscar avances significativos en materia de género y derechos sociales, por un lado, hasta la postura pacifista hacia la invasión rusa de Ucrania, conflicto en el que se  han manifestado en contra de seguir proporcionando apoyo militar al país agredido, por ejemplo.

Estos son solo algunos de los puntos que harán que el gobierno presidido por Sánchez, del que aún se desconoce el gabinete, tenga que llevar al límite sus habilidades negociadoras y así encontrar puntos de acuerdo que eviten que el Ejecutivo termine siendo inoperante. Sánchez tiene muchas cosas en contra a un día de empezar este nuevo periodo, pero también tiene una muy grande a favor: ha logrado posicionar su figura como el dique que mantiene a las instituciones del estado libres de un partido de extrema derecha como Vox, que ha esparcido una agenda anti-derechos y negacionista del cambio climático en las regiones donde el Partido Popular le ha permitido gobernar juntos. Ese miedo al extremismo es el combustible que ha encontrado Sánchez en los últimos tiempos para mantener a flote un proyecto que es sumamente heterogéneo, con distintas fuerzas tirando en muchas direcciones. Aunque desde el nuevo Ejecutivo deberán tener cuidado y enfocarse en entregar resultados que sean visibles para la ciudadanía, porque eso de “vota por mí, solo porque la otra opción es peor” no debe ni puede durar para siempre.

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