Lo de siempre

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Los de siempre como siempre se aprestan al combate de siempre esta vez a causa de la reforma electoral. Relumbran las navajas en alto al sol del oportunismo, como siempre con los filos romos. La danza de siempre en que acrobáticos movimientos amagan la violencia siempre simulada adornada con toda la parafernalia de cada ocasión. Las mentiras de siempre acompañadas de las amenazas de siempre que concluyen en las palabras de siempre. A un lado, Claudia Sheinbaum y Morena con el pretexto de optimizar la democracia; al otro, Enrique Krauze y Héctor Aguilar Camín opuestos a un nuevo deterioro de la democracia. Unos y otros dueños de la democracia de México en que como siempre el único que no tiene voz es el de siempre, el pueblo en que supuestamente reside la democracia. Unos y otros dicen trabajar por el bien del sistema democrático a condición de que sólo ellos estén en el secreto de qué es la democracia. Como siempre, Sheinbaum declara que la reforma requiere un amplio consenso en el entendido de que ese amplio consenso consiste en adoptar lo que López Obrador ha decidido que se adopte. Como siempre, Krauze y Aguilar Camín reclaman participar en ese consenso a condición de que la reforma electoral se ajuste a lo que previamente ya han consensuado entre ellos. Lo que procede ahora es lo de siempre: Sheinbaum delegará en el legislativo la tramitación de la reforma electoral que después del obligado consenso aprobará apenas sin modificación el nuevo reglamento que es viejo al menos desde 2023, cuando lo intentó por primera vez el macuspano. Los intelectuales no permitirán en apariencia un nuevo atropello consistente en que nadie ha consensuado nada con ellos con lo que la medida democrática será otra actuación autoritaria y desde luego antidemocrática.

            La oposición política, como siempre, desaparecida, sólo inquieta por la pérdida de financiación de los partidos y del número de plurinominales con que mantener a sus clientelas. A nadie interesa la democracia. Morena únicamente está interesado en detentar el poder; los intelectuales, en recuperarlo. Para Morena el poder representa el franco acceso al erario con que llenar cuentas corrientes; para los grupos de Krauze y Aguilar Camín la posibilidad de recuperar ese espacio que financiaba generosamente sus ocurrencias y despropósitos. En realidad, estos no ejercen oposición porque no son oposición, sólo reclaman lo que consideran que es suyo pero que es de todos los mexicanos. Los partidos políticos de oposición prefieren sumarse en silencio a estas reclamaciones no vayan a quedarse sin financiación y sin plurinominales. Todos cada vez más lejos del país, viviendo en un espacio abstracto a excepción de la realidad del dinero, pero excusando sus acciones por el bien del país.

            En las semanas siguientes volveremos a experimentar lo ya experimentado: Sheinbaum cualquier mañanera anunciará que ya se ha llegado al consenso exigido muy democráticamente para aprobar la reforma electoral; los intelectuales muy ofendiditos porque nadie ha consensuado con ellos y, en consecuencia, sólo les queda recurrir a su medida predilecta: la firma de los de siempre en desplegados y cartas de siempre publicados en los medios de siempre en que como siempre se denunciara la ausencia de democracia, el proceder autoritario del gobierno, el deterioro inexorable de la política mexicana que prescinde de voces egregias que conocen exactamente qué es la democracia, dónde se encuentra y cómo funciona a condición de que vuelva a fluir generosa, pródigamente, el dinero público en sus bolsillos. En fin, las tonterías de siempre por parte de los de siempre que buscan lo de siempre.      

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