Las elecciones argentinas han despertado interés excepcional porque amenazaba con ganarlas en primera vuelta un individuo anómalo. La anomalía de Javier Milei, cabeza de La Libertad Avanza, reside en su irrupción huracanada en un panorama político adocenado y corrupto. Sin embargo, el 30,07% del voto recibido evitó la victoria que fue para 36,5% de Sergio Massa, candidato peronista de Unión por la Patria, en acrobática maroma. Terminado el recuento, la decepción se instaló entre seguidores de Milei transformada paulatinamente en optimismo moderado. En el caso de Massa, el inesperado conteo estalló en desbordada algarabía. Ambos pasan al balotaje en los comicios del 19 de noviembre, después de apear a Patricia Bullrich de Juntos por el Cambio con 23,85%. El resultado de Milei se atribuye a la contienda con Bullrich por hacerse con la preferencia de la derecha que dividió el voto. Caso opuesto a Massa que ha realizado una cómoda campaña recabando sin contratiempos el favor de sus clientelas. El amplio triunfo de Alex Kicillof en la provincia de Buenos Aires con 45% de los votos ha operado como locomotora de arrastre de Unión por la Patria. Milei es favorito en la segunda vuelta, puesto que parece previsible un trasvase de papeletas de Juntos por el Cambio a La Libertad Avanza. Sin embargo, la exhibición del peronismo a la hora de movilizar a sus bases añade incertidumbre al proceso.
Al margen de las elecciones, sorprende el trato que los candidatos argentinos reciben en la prensa mexicana. Sergio Massa es objeto de opiniones favorables de casi todos los medios de comunicación y partidos políticos. Esta extraña concurrencia omite premeditadamente que el exsecretario de economía del gobierno de Alberto Fernández es el peor de la historia argentina, precipitando a la indigencia al 40% de la población, hundiendo la moneda y adquiriendo una deuda externa sin precedentes. En México se aplaude la victoria de Massa. Da la impresión de que los argentinos no importan a condición de que gane un candidato maquillado en lo internacional, pero desacreditado, inoperante y corrupto en lo nacional. En contrario, Javier Milei, libertario y anarcocapitalista, sufre una campaña de acoso fuera de proporción. Su programa se centra en la recuperación económica mediante medidas radicales a implementar en tres etapas que suman 40 años. López Obrador califica a Milei de Hitler, que implica que sus seguidores son nazis, pero ocultando los campos de internamiento estalinistas de la Cuba democrática; Latinus opta por extrema derecha, considerando a sus votantes fascistas o también nazis, pero no menciona la manipulación de su línea editorial; Marko Cortés felicita a Massa por su victoria y compara a Milei con el autoritario AMLO, soslayando de puntillas el despotismo que ejerce dentro del PAN. Ningún comentario serio sobre su programa, solo insultos sin otra justificación que la muy profesional animadversión o intereses inconfesables.
Medios de comunicación y políticos mexicanos deshonran el oficio. Ningunean a un tercio de los argentinos que prefieren a Milei, se erigen por encima de la voluntad popular cuando nadie les pide opinión o información que no sea rigurosa y veraz. Latinus o El Universal critican a López Obrador por inmiscuirse en la vida interna de las naciones, pero a la vez se inmiscuyen en la vida interna de las naciones al igual que La Jornada o Polemón abandonando exigible objetividad. Muchos argentinos saben que con los mismos de siempre sólo obtendrán los resultados de siempre: pobreza añadida a pobreza. No interesa a la prensa mexicana esta amenaza muy real, ocupada únicamente en vejar en lo personal al candidato de La Libertad Avanza. Javier Milei es un enigma, pero propone algo distinto que invita a una lejana esperanza para ciudadanos que necesitan retomar sus vidas. En México, lo relevante no es Argentina sino la lealtad a misteriosas agendas o quizás no tan misteriosas.