En México estamos al inicio de una lucha política por la titular del ejecutivo el
próximo 2024, en donde se barajean dos únicas opciones: la de continuar con un
proyecto de nación iniciado en 2018, o la del cambio, que resulta más bien,
revisitar de nueva cuenta al pasado. No es intención de este texto caer en lugares
comunes y de narrativas que están presentes todos los días en los medios de
comunicación, tanto tradicionales o digitales, así como oficialistas y auspiciados o
liberales, sobre el clima inicial de las próximas elecciones federales; más bien
busco exponer que una de estas alternativas, escudriña lograr una entelequia de
correspondencia social, como oferta política a través de categorizar a tres partidos
políticos de forma altamente cuestionable.
En palabras del gran Alaine Touraine, un partido político es una coalición de
grupos de poder, así se trate de minorías que buscan adquirir influencia, en
muchas ocasiones sin relación con su importancia objetiva. La llamada oposición
política en nuestro país, sistemáticamente ha llamado democracia a la
intervención de privados en la vida pública de la nación y al mantenimiento de
desigualdades en la vida social, educativa, médica y económica de los
ciudadanos, lo que da por definición un Estado intervenido, o ligero, pues su
principal objetivo fue el de aumentar la capacidad de intervención de minorías en
cada uno de estos aspectos de nuestras vidas.
No existe estado alguno en este mundo capitalista, que no haya transformado
durante el siglo XX, la producción y consumo masivo de su cultura política; en
México no tocó una hecha a imagen y semejanza, a los principios centrales de los
fundamentos ideológicos de ciertas clases, que históricamente han buscado
ventajas funcionales en cooperación con el capital extranjero y algunas cúpulas
de la moralidad, la pseudo justicia y de una concepción maliciosa del “bien”.
Esa democracia no tenía limites de poder, ni respetaba los derechos humanos de
los ciudadanos, pues los partidos políticos, hoy en día en alianza iluminada y
ungida por la multiplicidad de actores del pensamiento champagne, se erigen
como la opción ascética de nuestra vida nacional, al autonombrarse como los
perseguidos y desfavorecidos por el actual gobierno, que los ha llevado a ser las
víctimas de la supuesta arbitrariedad del poder político, bajo una narrativa que
exacerba experiencias religiosas, miedo al comunismo ¿alguna vez existió fuera
de un libro?, la vicaría promesa de ser Cuba y Venezuela, o haciendo uso del
más execrable lenguaje como poder descalificador ante la falta de razones.
En todo sistema político existen intereses múltiples y diversos, y cada grupo y
partido buscan demandas particulares, referentes a sus actividades económicas
más que morales y éticas. La unión de los rojos, azules y amarillos, no obedece a
otra cosa que la búsqueda de una voluntad de derribar por la fuerza lo
construido, de eliminar la voluntad de las bases sociales, de recolonizar al ser de
los ciudadanos, de reunificar el autoritarismo partidista como principal agente de
una posmodernidad política mexicana, pues no se busca transformar las
relaciones intrínsecas y totalizadoras de un país, sino agregar las demandas de
producción neoliberal, vigilante, castigadora, reaccionaria y violenta que regrese a
México a la representatividad de un grupo y cultura central, simplificando nuestra
realidad política a la entelequia de una alianza entre fuerzas partidistas, que
eliminan toda concepción de diferencia, a favor de una homologación incapaz de
de ser autónoma o moderna, lo que se traduce en una posible victoria del
pensamiento análogo, sólido y reforzado de la política de masas priista de la
segunda mitad del siglo pasado.
Esta clase se sociedad política está fundada por el pensamiento de extrema
derecha, y bajo una pesada mano empresarial que claramente no define un
proyecto de nación y se encuentra alejada de los problemas más importantes del
país. Estamos frente a la dependencia de las fuerzas políticas que no podrían
sobrevivir por si solas, y son reflejo de proyectos minoritarios que ven a las mayorías como entes disociados de su tipo de democracia, que deben debilitarse
para que renuncien a cualquier vínculo necesario de conciencia.
Esta crisis de la presentación política de las minorías, reivindican la
mercantilización de la vida libre y soberana de México, haciéndose responsables
de sus propios intereses, destruyendo las condiciones de existencia de la
sociedad civil y de la naturaleza general de la democracia. Esta partidocracia
(partitocrazia por su origen en Italia) si llega al poder el próximo año será el
principio del fin de la libre elección de los dirigentes por los dirigidos.
Sin regresar al caos, distingamos netamente las acciones de sentido preciso de
esta alianza, y hagamos una vida política que apele a los principios generales de
la democracia mexicana.
LA CIMA 24/11/23
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