LA CIMA. Textos híbridos de periodismo contemporáneo.

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Infoxicados

En pleno siglo XXI y en un mundo pos pandemia nos encontramos ante avances e
innovaciones tecnológicas que ocurren de forma ininterrumpida, provocando una
comunicación cada vez más rápida, interactiva, hipertextual, multi e
hipermediada, modificando la percepción, cognición y prácticas del espacio debido
a los dispositivos susceptibles de alterar el actual ecosistema mediático digital, con
repercusiones en nuestra vida cotidiana.


El extenso poder que tiene el ciberespacio nos comunica, informa y difunde
significados de las cosas y del mundo, al igual que provoca las expresiones de
distintas violencias virtuales que afectan a sus usuarios, y representan un
verdadero peligro no solo en la percepción de estos últimos, sino en escenarios
reales, pues la violencia digital se puede llevar al mundo de lo real de maneras
casi inmediatas.


Si bien es cierto que los actos violentos, sus narrativas y expresiones nos han
acompañado desde los primeros registros de la historia de la humanidad, también
lo es, que hoy día la preocupación hacia el tema de la violencia nos debe provocar
ser más precavidos en lo que compartimos dentro del ágora digital, pues una
publicación, reel, post o historia puede ser la diferencia entre el acoso, el
linchamiento, la extorsión o el asombro, la admiración y el encumbramiento viral;
así son de cambiantes y extremas las temáticas y contenidos digitales, pueden
llevarte del éxito instantáneo a ser víctima del cyberbulling de un momento a otro.
Ningún fenómeno ilustra mejor la supremacía de los contenidos violentos en las
interfaces digitales, que las encontradas en el auge del llamado capitalismo de la
seducción, donde el algoritmo se basa en la incitación permanente por el

espectáculo, las emociones, el morbo y los dominios de la banalización como una
mejora continua de acceso a los universos de contenidos explícitos de la violencia.
¿Quién no ha visto vídeos en redes del maltrato animal, las peleas dentro del
trasporte público, las ladys y lords de moda, el clasismo, racismo, la discriminación
y hasta el feminicidio?


Es este tipo de capitalismo de tentaciones de ver y compartir estos mensajes, el
escaparate de una violencia que estimula los sentidos, transformándolos en un
deseo constante de emociones, producidas en quien lo consume y comparte como
bienestar y disfrute.


Algunos teóricos y liberales del champagne minimizan los insultos, el trolleo, los
memes ofensivos, las categorizaciones de chairos y fifís o esas percepciones
apocalípticas de un futuro venezolanizado para México, llamando a esa violencia
narrativa como algo propio de una época caracterizada por una ligereza, rapidez,
multiplicidad y concreción de lo visible.


Otros ofrecen interpretaciones que dan el triunfo de la técnica sobre el
humanismo, y los más reflexivos hablan de una infección trasmitida a un
ecosistema sociodigital que transita de lo tecnológico, a lo simbólico y onírico,
debido a un potencial infeccioso, dentro de una realidad multipantalla, donde lo
viral atrapa al mundo personalizado, infectando de actos ideologizados que van
desde lo real hasta el simulacro.


Lo viral no se controla, se escapa, circula, infecta, conecta, informa, comunica cual
célula vive dentro del algoritmo mediático digital; es mitológica y ritualística al
mismo tiempo, nos lleva del softporn a los deportes, de la denuncia social a la
burla y sátira de lo político, de las crisis de identidades a los tops más
insospechados, así como del morbo hacia la violencia en videos cortos a los
contenidos erotizados en Tik Tok e Instagram.


Lo viral no es algo nuevo, hay quienes lo rastrean desde las primeras imágenes
del dios cristiano ensangrentado en la cruz, como imagen infecciosa del miedo y

vínculo entre las primeras grupalidades cristianas, o desde la antigua Grecia con
sus reglas, arte y leyes viralizadas en el mundo conocido de ese entonces.
La incertidumbre que genera esta violencia digital se ha normalizado, desde la
cultura del espectáculo hasta la política. Todos podemos ejercer violencia gracias
a la era del hipermedia, provocando un desorden virtual entre el deber ser, la
ciudadanía y los roles tradicionales de la otrora sociedad convencional.


Lo viral no es solo el contenido frívolo o vacuo de los videos de gente tropezando
o bailando, sino una variable empresarial que podemos llamar meta red, pues la
publicidad, el cine, videojuegos, servicios streaming y hasta el llamado lowfare,
programan espacios narrativos que procesan lo que sentimos, deseamos,
pensamos, vivimos, odiamos, amamos y luchamos, todo esto con mensajes
visuales que construyen el espejo de nuestras vidas.
La inmediatez de ver y saber casi todo y en tiempo real, no da lugar a la reflexión
ni a la verificación de contenidos. En Internet impera la ideologización de los
mensajes en forma de posteos, noticias, memes, frases, tendencias, imágenes y
opiniones.


Se piensa que la verificación y rigor de las fuentes y los datos es algo aburrido en
esta era hiper individualizada de consumidores, más no de ciudadanos digitales en
la sociedad del conocimiento, pues los audios de Whats App vaticinando el fin del
mundo, son el pan de cada día con sus rumores y aseveraciones nunca
comprobadas, quienes generan pánico y miedo, que nos hacen encantarnos por lo
divertido, chistoso, violento, erótico o entretenido, y que está construido de esa
manera para que provoque interés, morbo o incertidumbre de manera conjunta.
¿Es culpa de internet y sus medios que las audiencias sean violentas o que
consuman ese tipo de contenidos? O ¿internet es reflejo de una sociedad cada
vez más carente de valores y empatía hacia los demás?

Si demandamos información entretenida y no aburrida, es algo obvio que se
viralicen fakenews, como mensajes adormecedores y distorsionadores que se
disfrazan de entretenimiento y humor ligero, parece algo distante pensar en una
ciudadanía digital que supere los mecanismos del consumidor infectado por lo que
publica, elimina y comparte, como un el derecho a defender y a evaluar sus
percepciones como interpretaciones únicas del mundo.
En resumen, nos encontramos ante un fenómeno de sobreconsumo de violencia
digital que produce en sus usuarios una infoxicación. Esta es resultado de la
exposición constante de imágenes, publicaciones y videos que amplifican el poder
de crear, compartir y decir cualquier tipo de declaraciones que linchen, troleen,
hagan hate, y amenacen las identidades y formas de ser y estar de los usuarios de
internet.


Un usuario infoxicado es más propenso a ser violento, pues se encuentra en una
crisis de producción del saber, ya que se centra en visiones totalizadoras que tiene
consecuencias de agresividad en el mundo online y offline.
La infoxicación es un éxtasis visual en donde la realidad, lo apocalíptico y la
fantasía se mezclan; estamos asistiendo a la desciudadanización que convierte a
los usuarios en sujetos narrativos de violencias por la sobreinformación a la que se
ven expuestos, encontrándose viviendo en un performance de desprolijidad viral.
La infoxicación es viral porque atrapa al mundo y al ser en actos que no se
controlan; insultamos y apoyamos personajes de la vida pública digital, dando la
vida inmaterial por cada uno de ellos. Nos convertimos en sus ejércitos que no
dudarán el defender a su señor o señora feudal hecha de alambre virtual
viralizado.

Este fenómeno no es al azar, sino tiene condiciones y variables que le permiten su
existencia, pues así como tenemos al meme inofensivo que existe unos cuantos
días también lo están contenidos proclives al discurso de odio, la misoginia, el
encono de carácter desestabilizador, de ablandamiento social, de publicaciones
homofóbicas y hasta de golpe de estado blando en donde lo viral se convierte en
tendencia.


Es momento de reflexionar y pasar a un consumo de internet más racionalizado, lo
cual no es obligación solo de los usuarios, sino de una educación con acento
social que venga desde la familia, escuelas y de los propios medios de
comunicación.


Es complicado, algunos dirán que insulso o imposible, pero un cambio general
sostenido y sustentable de consumo narrativo digital, empieza con ciudadanos
críticos e ilustrados, como lo dijera alguna vez un alemán, quien rechazó el premio
Príncipe de Asturias, al ser incongruente con su pensamiento y escritos de más de
medio siglo, el crítico de Frankfurt, Jürgen Habermas.

Nota para el lector

La Cima fue publicada casi siete años de manera ininterrumpida en distintos
medios hace más de una década. Hoy regresa en un medio que es además de
joven, uno convergente y dirigido por jóvenes valientes y comprometidos con los
valores del periodismo. Con una máxima de acento social, seguiré trayendo
reflexión y crítica de los temas de la sociedad contemporánea. Siempre
provocando un pensamiento crítico basado en el conocimiento, el diálogo, la
empatía, honesto, verificado, de manera abierta, con horizontalidad narrativa e
incluyente con todas y todos. .. Gracias mi querido amigo Jorge Eduardo

Por: Bernardino Rubio Tamariz

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