“Contar muertos antes de dormir, no es como contar ovejas”, escribí hace algún tiempo para
una crónica a la cual me invitó a participar mi maestra Lydiette Carrión cuando estudiaba yo
en Sogem hace unos años.
Los tiempos en aquella época ya eran violentos y los abusos de
entonces así como las atrocidades del crimen organizado no eran distintas a las actuales, sólo
que no habían alcanzado las dimensiones de expansión tanto a nivel internacional como
político y tampoco nunca el cinismo, la perversión de los hechos, la indiferencia, la apatía y
la impunidad se mostraban abiertamente como ahora.
Al respecto se podría decir mucho pero lo cierto es que en la historia actual, hemos llegado a un punto de inflexión o de quiebre(como se le prefiera precisar) en el cual no hay marcha atrás, el destino nos ha arrinconado y sólo quedan dos opciones: corregimos el rumbo o nos hundimos. La crisis social que vivimos
es de tal magnitud que el hecho de cuestionarnos cómo llegamos a este punto, ha sido
rebasado por ¿cómo recuperamos el destino? Y en esta encrucijada es fundamental hacerle
frente a la Verdad y aprovechar los marcos globales de reflexión para diseñar estrategias
efectivas. Uno de estos marcos podría ser el Día Internacional del Derecho a la Verdad en
relación con Violaciones Graves de los Derechos Humanos y la Dignidad de las Víctimas
que tuvo lugar el 24 de marzo y que ha encabezado la ONU.
Si bien es cierto la conmemoración se efectuó el 24 de marzo, estos días podrían servir para plantear una ruta articulada entre las ONG´s y los diferentes niveles de Gobierno que ayuden a abatir este tema
que nos lastima tanto como sociedad como los son las desapariciones forzadas.
Es una realidad que ningún gobierno puede sólo con esta tarea y que los colectivos y
organizaciones han hecho el trabajo que los gobiernos no han podido hacer y el grave
problema que hoy vemos es que, los esfuerzos de la sociedad civil organizada avanzan por
una ruta separada del gobierno y esto hace difícil reconciliar la construcción de una política
nacional en materia de la prevención y el combate de las desapariciones forzadas en México.
La consecuencia de ello es que existen versiones diferentes, discursos y narrativas confusas
y una batalla tremenda por imponer una Verdad que desencadena enfrentamientos y
descalificaciones entre autoridades y sociedad civil. Y ciertamente, en la actualidad la Verdad
no sólo es un valor moral, constituye también un derecho ciudadano y en sí misma, la Verdad
es uno de los valores más importantes de la gobernabilidad.
En el caso específico de las violaciones graves a los derechos humanos y de la dignidad de las personas y que engloba las desapariciones forzadas, el conocimiento de la verdad ayuda a terminar con la
incertidumbre y la angustia de los familiares mientras que, por otro lado, el reconocimiento
de las desapariciones activa los protocolos de la justica y facilitan el acceso al sistema legal;
pero al momento en el que el Estado no reconoce el delito, niega al mismo tiempo el derecho
de acceso a la justicia, tampoco respalda una búsqueda pertinente de los desaparecidos y da
la espalda a sus ciudadanos dejándolos en completa indefensión.