El Arte de la Guerra en las campañas electorales

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“El Arte de la Guerra”, valioso legado del filósofo y estratega militar de la antigua China, Sun Tzu, sigue siendo, a más de 2 mil 500 años de distancia, un tratado de consulta y referencia obligada al desarrollar estrategia, así como al comprender y sortear conflictos, más allá de su propósito original de aplicación a las tácticas de guerra. Sus principios se han extrapolado a diversos campos, incluyendo la política y las campañas electorales, en lo que tal vez sea demasiado pedir que cada candidata o candidato lo pudiera comprender, pero en el caso de los coordinadores y estrategas de campaña, es obligado.

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El conocimiento es poder, de ahí que uno de los principios más célebres de “El Arte de la Guerra” es: “Si conoces al enemigo y te conoces a ti mismo, no debes temer el resultado de cien batallas”. Aunque hay excepciones, en el campo de batalla política, en las campañas electorales, no hay enemigos, tan solo contrincantes, oponentes políticos que precisan interpretarse, entenderse y conocer su plataforma, pero aún con mayor nivel de detalle, la de los oponentes, estrategia que reconocidos estrategas electorales refieren como Opposition Research.

El punto de partida de una candidata, de un candidato serio, es conocer y dominar su propia plataforma política, con ello, será capaz de comunicar claramente sus propuestas, su oferta política al electorado y estará preparado para defender sus planteamientos y programas contra las críticas, para lo que igualmente debe estar plenamente consciente de sus fortalezas y debilidades, así como sus áreas de oportunidad y riesgo, aunque hay que reiterar que, del mismo modo, debe también entender la plataforma política de sus oponentes y ser capaz de identificar sus debilidades y contraatacar, soportado en sus debilidades.

Sun Tzu enfatizó igualmente, la importancia de la estrategia sobre la fuerza bruta; en una campaña electoral, se traduce en la importancia de tener un plan de campaña bien estructurado y disciplina para ejecutarlo, en lugar de simplemente intentar “ganar” votos a través de promesas vacías, ataques infundados o bien, como parece estar sucediendo en el actual ambiente electoral, sucumbir a la soberbia idea de que los niveles de aprobación y popularidad son heredables o transferibles, de que basta y sobra con portar los colores del partido dominante para asegurar el triunfo en las urnas.

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Un buen plan, una acertada estrategia de campaña debe fijar metas claras, reales y medibles para poder evaluarse; y su definición se debe basar en la investigación y conocimiento pormenorizado del mapa y panorama político, las preferencias y tendencias de los votantes, un análisis serio de rentabilidad electoral y conectando con todo ello, una rigurosa y profesional estrategia de comunicación política; y, aunque pareciera obvio, no se debe olvidar que la política cuesta, por lo que la estrategia financiera va de la mano e impacta en cada una de las áreas de campaña.

“El Arte de la Guerra” también nos señala la importancia de ser adaptable y estar dispuesto a cambiar de táctica si la situación lo requiere. En una campaña electoral, significa ajustar el mensaje, la estrategia, por ello el plan de campaña debe ser flexible, capaz de adaptarse al cambio, al tiempo y circunstancia del escenario político y el ánimo del votante.

Al entender y aplicar estos principios, los candidatos y sus equipos pueden navegar eficazmente en el complicado terreno de las elecciones y maximizar sus posibilidades de éxito, pues buscan primero hacerse invencibles y permanecen atentos a descubrir la vulnerabilidad del adversario, entendiendo, sobre todo en el caso de aquellas candidatas o candidatos visiblemente ganadores, que la defensa es indispensable para el triunfo, incluso por encima del ataque, sin olvidar que, la falta de un equipo sólido, el actuar aisladamente, carecer de estrategia y desestimar al adversario, inevitablemente conduce a la derrota.

Como Sun Tzu escribió: “La suprema excelencia reside en romper la resistencia del enemigo sin luchar”.

Por: Carlos Tercero

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