Editorial. El caso Milei

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La expectación que generaron las elecciones argentinas fue extraordinaria por la concurrencia del candidato Javier Milei, abanderado de La Libertad Avanza. Casi sin excepción, las encuestas lo señalaban ganador e incluso aventuraban que no sería necesario el balotaje. Milei es caso raro. Medios de información y adversarios políticos lo equiparan con Trump, Bolsonaro, Bukele, Abascal. A excepción del líder de Vox,con ellos comparte que se interesa en la política desde afuera de la política, que se enfrenta a una clase cerrada a la que llama casta, que se asume como ciudadano antes que político. Nada más lo asocia con ellos que no sea el populismo de receta. Milei es liberal militante, se declara libertario, su ideario se resume en el lema tantas veces repetido: “libertad, propiedad privada y defensa de la vida”.El liberalismo no es ideología, sino ideario. En este sentido, apenas tiene respuestas pero sí muchas preguntas. Combate la imposición y el autoritarismo contrarios a la libertad. Parece un despropósito calificar a Milei de Hitler o de extrema derecha o de autoritario. Su interés y su programa privilegian la economía argentina para rescatarla de la bancarrota, para reducir el número de pobres, para reactivar inversiones. Milei es un fenómeno por un itinerario que desemboca espectacularmente en la política: durante siete años se paseó invitado por televisoras y radios en que destacó por su estridencia y solidez argumentativa. Hace apena dos años consiguió una diputación en el congreso nacional. Ahora se presenta al balotaje con posibilidades de ganar la presidencia de la república. Carrera fulgurante jaleada por el entusiasmo de los argentinos. Siendo ciudadano, se le llama antisistema, como si la democracia estuviera al servicio de los políticos y no de la ciudadanía.En todo caso, su disidencia reside en unas medidas económicas y sociales extremas dirigidas a recuperar al país. Es legítimo sospechar la viabilidad de esas medidas que no invalida su viabilidad. 

Milei, el rebelde y el antisistema, acaba de obtener el segundo lugar de las elecciones con el 30% de las preferencias, 40 escaños y 8 senadurías para La Libertad Avanza. Sergio Massa, candidato de Unión por la Patria, consiguió la victoria con 36% de las preferencias. El peronismo movilizó con éxito sus clientelas electorales para pavimentar el triunfo de Massa, también impulsado por la división de votos en la derecha entre Milei y Patricia Bullrich, candidata del conservador Juntos por el Cambio que recibió el 23%. En la segunda vuelta a celebrarse el 18 de noviembre, parece probable que La Libertad Avanza reciba significativa porción de papeletas de Juntos por el Cambio y el 7% de Juan Schiaretti, cabeza de Hacemos por Nuestro País. Para las elecciones de noviembre, todo indica una alianza entre La Libertad Avanza, Juntos por el Cambio y Hacemos por Nuestro País. No es descartable que electores de Juntos por el Cambio se adhieran a Unión por la Patria. Ante este escenario, los números invitan a pensar que Milei será el nuevo presidente, pero tampoco es improbable otra sorpresa de Massa a quien respaldan la fuerza y los recursos del Estado.

​Sergio Massa ha sido el peor ministro de economía de Argentina en su historia: la cifra de pobreza extrema se sitúa en el 40% de la población; ha generado una deuda intolerable; ha multiplicado el desempleo; ha devaluado la moneda; ha disparado la inflación. No es previsible que esa incompetencia se transforme en gobierno eficiente. Milei sentencia con una fórmula convincente: “los mismos de siempre solo saben hacer lo mismo de siempre”. Javier Milei representa lo diferente, que no implica éxito en su administración, al proponer otras políticas para una situación insostenible. Las próximas elecciones se resolverán entre dos opciones: la certeza del fracaso de lo conocido y el miedo a lo desconocido.

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