CULTURA VISUAL CONDICIONADA

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La cultura visual se construye como un corredor imagínistico e ininterrumpido de la capacidad perceptiva de servicios creativos que fungen como asesoría estética.

La cultura visual se construye como un corredor imaginístico e ininterrumpido de la
capacidad perceptiva de servicios creativos que fungen como asesoría estética.
Desde finales del siglo XVIII y principios del XIX la producción y experimentación
de una clase de política del estilo, se convirtió en un dispositivo de privilegio que
transformó las raíces estéticas de la clase media en el mundo.

Aparecieron ingredientes y materiales que ofrecían recetas que explotaban las posibilidades
exhibicionistas de la imagen, creando una especie de cultura alrededor del arreglo
y decorado en personas y cosas, erigiendo un monumento para la prosperidad de
la incipiente lucha de clases.


El triunfo del capitalismo industrial (hoy cognitivo y de la vigilancia) uniformizó toda una gama de bienes con una amplia variedad de aplicaciones visuales, es decir, por primera vez se tenía una unificación de la significación interpretativa, tanto de los actos performativos como estéticos y visuales.

La reproducción mecánica de una lógica de la mirada, trajo consigo políticas en la creación, distribución y
consumo de bienes estilizados, que otrora solo poseían clases privilegiadas, pero la rebelión de las masas acercó al diseño de la decoración ornamental a las generalidades de la cultura del consumo.


Ortega y Gasset expuso este fenómeno en los albores del siglo XX cuando
describió a las masas como una muchedumbre, que en sus varias actividades,
alcanzaba ciertos bienes exclusivos de las burguesías sobrevivientes de la época
victoriana.

Esto generó una mezcla de medios y materiales para gestionar las
presiones, aspiraciones y gustos de una irritable clase, que siendo impulsiva,
sugestionable y con sentimientos manipulables para diseñarlos o exagerarlos, vio
en la novedosa cultura visual una ventana de entendimiento hacia el mundo y ellos
mismos.

La cultura visual del capitalismo industrial del siglo pasado, ofreció una
abundancia de estímulos que provocaban constantemente la ilusión de igualdad
social por y a través del consumo, donde la mirada fue educada como un principio
de interacción estructural, imponiendo significados que revelaban una prosperidad
simbólica desde lo económico, y que ofrecía dignidad, valor social, equilibrio,
libertad y al mismo tiempo traía consigo la presión y represión de esas masas por
signos visuales, que con sus propios fundamentos y conceptos, buscaban otorgar
un valor único de interpretación, para formar una educación de lo que vemos y
cómo lo vemos.


Interpretar es un proceso complejo de interrelaciones sensoriales, donde se
invierten emociones, conocimientos, memorias, cultura y códigos de operación
como referentes lingüísticos.

La interpretación referencial condiciona e impregna,
el modelo de experimentación de los valores visuales de la cultura como un
derecho, impulsado por el consumo y comercialización de las apariencias
trabajadas que conducen, hoy en día, a la uniformidad de alta velocidad digital.


La cultura visual es tendencia, ornamentación, atracción y termómetro de una
época, pues ni el arte, como esa expresión elitista, tampoco se ha salvado, de la
manufacturación que trazan los patrones de los gustos visuales, al elegir las
interacciones con las cuales nos comunicamos con nuestro entorno; la pintura o
autorretrato del siglo de las luces, dio paso al poster del film de moda hace treinta
años, pegado en la pared del cuarto de los adolescentes, y hoy es una selfie como
historia instantánea, que se entiende desde la existencia virtual, asimismo hemos
pasado por la hojalata disfrazada de mármol, del plástico que cubre los muebles
de nuestras salas, las plantas exóticas en pasillos y ventanas, la fruta como centro
de mesa hecha de cera o jabón, la lámpara arriba de la chimenea artificial, de un
librero sin libros y de la propiedad de más de tres servicios streaming que decoran
nuestra necesidad de entrometiendo y ocio.

La cultura visual es un sistema magno de símbolos que condicionan la mirada de
la realidad, sus apariencias y sustancias, ofreciendo una ingeniería desde y por el
adorno, donde la apariencia captura los ambientes múltiples de la monumentalidad
o minimalismo, promocionando los grandes pensamientos de nuestra época, e
intensificando decoraciones de estilos discordantes, y cacofonías de apariencias
contradictorias, no solo en los objetos, pues ha llegado a nuestra piel e ideologías,
las cuales se tensan de maneras irónicas, cual fachadas moldeadas desde el
eclecticismo de la alta cultura junto a los mercados y bazares como deleite masivo
de un poder, nada efímero, que ha desarrollado el impacto de una adiestrada
cultura de la mirada.


Como habitantes de esta forma histórica de vivir y pensar desde la mirada, hoy
somos bitácoras individualizadas de estilismo digital, que desde nuestros
contenidos, dramatizamos narrativas y usamos máscaras de extimidad como
fragmento visual de quienes somos o deseamos llegar a ser.


El paradigma ocular de la cultura ha tenido distintos filtros, hoy son llamativos,
atractivos, emocionantes y multimedia, podemos cambiarnos el color de piel, ojos,
fisonomías y corporalidades, una vez más al igual que los presocráticos, el
hombre y su imagen es el centro de la existencia. Nos convertimos en un producto
de la visualidad cual evangelio de la imagen, abre nuevas y sombrosas avenidas
del impacto estético que guarda, transforma o violenta al humano como fenómeno
censorio.


Las visiones integradas del amasiato entre la cultura visual y el capitalismo,
componen el lujoso álbum de nuestra psique, que adornamos con broches
resplandecientes de una manufactura particular, que a menudo aparece simple,
pero monta apariencias y prácticas que manufacturan la vida diaria de la mirada
moldeada desde la extremización de la imagen, como proyección de un panorama
imaginístico y seductor, que es basado en ilusiones como herramientas de
negocios y estilización de los estilos de vida, como empaques acrecentados por la
etiquetación del reino publicitario del cognitariado de lo invisible.

Qué razón tenía aquel, hoy despreciado por buena parte de Europa, cuando
expresaba “todo lo sólido se desvanece en el aire”.

LA CIMA 13/10/23
Textos híbridos de periodismo contemporáneo

Por: Bernardino Rubio Tamariz

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