CONTRADICCIONES BEAUTÓPICAS

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La era beautópica del ser humano es una extensión del antropoceno salvaje del fin de siglo pasado.

El avance y la innovación tecnológica que ocurre de forma ininterrumpida permite
a finales del 2023, presenciar una comunicación emergente que invoca dinámicas
de unión semántica, que ofrece novedosas gramáticas y lenguajes digitales, y
pone a las audiencias en el centro y destino de tal acción, al ofrecerles una
certeza existencial desde lo virtual.


Un punto a tomar en cuenta es la ética dentro de la comunicación emergente o
también llamada 4.0, quien es una integración-convergencia, de contextos físicos,
naturales, humanos y tecnológicos, que al ser simultáneos absorben funciones de
mostrar a la ética como escultor y obra de auto-organización, desregulación y
descentralización de la información y contenidos de tuplas digitales.
Contrastar, ponderar, argumentar y señalar son hoy en día facultad, razón y
voluntad de una ética vista como existencia en la plenitud del internet y sus
medios sociales.


Pero ¿Y quién es ético dentro del ecosistema mediático digital?
En el proceso de formación, educación, entretenimiento, información y saberes
dentro del internet y sus social media, es el uso del lenguaje hiper-real, hiper-
visual, virtual e interactivo quien condiciona el funcionamiento de la comunicación
y el pensamiento a partir de procesos intersubjetivos que se gestan en realidades
digitales, bajo una condición beautópica.


La beautopía constituye un concepto desde lo estético, filosófico, cosmético,
expresivo, violento, grotesco y sublime, que vincula y elimina a placer, los objetos
de las industrias en la cultura pos masiva, generando una forma de seducción (o
sexducción) hacia las expresiones y percepciones guiadas dentro de un
ecosistema digital, diseñado y mantenido por usuarios tecnificados por contenidos
producidos para la viralidad en internet.
Por lo que la ética hoy en día, es más un ejercicio personalísimo que una
obligación, dando la bienvenida a la era beautópica del ser humano, como
extensión del antropoceno salvaje del fin de siglo pasado.

La beautopía existe por una comunicación emergente, como un escenario donde
las interfaces dialogan entre sí, creando un territorio de interacciones invisibles,
ilusorias y caóticas por las relaciones que despliegan las pantallas frente a
nuestros ojos.
Aquí viven las conexiones entre humanos, tecnología y sociedades que se
mezclan a tal punto de generar un ente simbiótico comunicativo.
El fenómeno de la beautopía, afecta irremediablemente a la comunicación y
obliga a replantearse la noción de ética en los medios digitales y sociales de
internet.


Lo moderno se ha reafirmado en los propios problemas del viejo capitalismo, pues
en la tercera década del siglo XXI la acumulación de las crisis comunicativas,
políticas y económicas del mundo actual, nos llevan a ampliar el concepto de lo
moderno, no solo como un paradigma epistemológico sino como uno social-digital;
designar a nuestra realidad contemporánea como lo posmoderno también es
inadecuado, no solo porque se siguen definiendo las humanidades por las
secuencias temporales del capitalismo, sino porque no han acontecido
desenvolvimientos de cambio radical científico en la rama social en todas las
latitudes del mundo. Más bien la posmodernidad y sus conceptos son un privilegio
de las sociedades centrales, donde la modernidad ha tenido una mayor
realización.
La beautopia es la hija de las crisis del siglo pasado, de sus guerras, clasismos y
racismos exacerbados, quienes han radicalizado a la cultura, para seguir viviendo
atrapados por problemas que son potencializados debido a opresiones como la
violencia.


Una violencia que se ve en tiempo real, es interactiva, dinámica, inmediata,
personalizada, psicologizada, hedonista, narcisista y hasta ligera, pero sumamente
afilada y peligrosa, es decir beautópica.


Hoy quien se conecta a internet se expone a una anarquía de contenido e
imágenes en la que no hay posibilidad alguna de control, en donde la ilusión del
poder y el conocimiento sobre la coexistencia de lo real con lo estulto, fascina
debido a la simulación y autenticidad de la escenificación de lo llamado existente.
La beautopía es una falsificación, un doble exacto, que emociona al prometer no
dejar rastros, que se oculta en la imagen, el meme, el like, el hashtag, el trending
topic, el video viral, el tik tok, el sexting, grooming, exposing y otras concepciones
líquidas o ligeras que pueden ser llamadas como mejor le plazca al lector.

Lo beuatópico endulza, provoca, se admira, idolatra y al mismo tiempo se vomita,
aborrece y enoja, pero tanto uno como lo otro no lo podemos dejar de ver,
compartir, reproducir y potencializar en el mundo de lo virtual.
Lo feo y lo bello no se reprime mientras sea atractivo, estético y cosmético, nos
guía la percepción y la perspectiva a través de un principio audiovisual, digital y
virtual, de inteligencia artificial o de realidad aumentada.
El sexo, la sangre, lo gore, los suicidios, asesinatos, feminicidios, la pelea dentro
del vagón del metro, los discursos misóginos de ex presidentes de México, las
narrativas violentas por la derecha en foros de universidades privadas, o la
democratización del porno, son las fuerzas seductoras de la beautopía, que
formalizan a las redes digitales como la estructura de observación interactiva que
gana todos los días nuevas funciones en sus interfaces.


La provocación es sensual, el mundo es denominado con nuevos lenguajes y
expuesto en experiencias que cuanto más se aprenden, tanto más nos queda por
aprender.


Hoy tenemos generaciones beautópicas que han alargado la edad infantil, es
decir, se ha infantilizado al ser, sus funciones, gustos y deseos: Rindamos
pleitesía al El Evangelio Digital Infantil, que desprecia al compromiso y se
convierte en la promesa del placer eterno.


¿Y esto tiene consecuencias? Podemos responder con un rotundo sí, al
presenciar políticos, deportistas, líderes, maestros universitarios, y demás
especies del Serengueti digital, como seres infantilizados, beautópicos, softwares
orgánicos, ligeros y contradictorios, que han sido erotizados por la
espectacularización de las redes sociales.


Esto es solo una muestra, un bosquejo de la beautópica, esa que se normaliza,
naturaliza, se piensa inofensiva, que es casi invisible y hasta cierto punto
humorística debido a su aguda y afilada ligereza, pero sin duda constituye una
arena dentro de la comunicación emergente debido a que no se ha discutido lo
suficiente sobre su ética, sus normas y reglas de consumo.


Ese cemento social del que hablan y publican actualmente muchos expertos en
afrancesado social y política, nunca ha secado, no ha sido sólido pues el poder de
las normas en el área de la socialidad, es mucho menor que el de la técnica y
control de las interfaces del ecosistema mediático actual.


No hay todavía quien dicte una ética sobre la beautopia en la red, los patrones de
comportamientos existentes en la vida digital se mezclan con normas

sociotécnicas del entorno material, dando paso a etapas evolutivas de un ser
cuyas interacciones virtuales son condiciones de su existencia.


La beautopía es una formación inmersa en tecnologías de codificación virtual,
cuyas consecuencias exceden la misma arquitectura y narrativas digitales de las
plataformas, redes, aplicaciones y páginas web, de las pantallas y sus botones
inmateriales, quienes imponen las nociones de crear, compartir, interactuar,
consumir, seguir, amar, odiar, reproducir, desear y vivir en conectividad y conexión
de presión constante.


Es buen momento para reflexionar…

LA CIMA

30/11/23
Textos híbridos de periodismo contemporáneo

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