Cayetana Álvarez de Toledo, la aventura de la libertad

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En el contexto actual, la censura se adopta como sinónimo de crítica, cuando la censura es expresión de totalitarismo y la crítica, de libertad. Con excepciones, nadie debería ser descalificado por sus ideas. El pensamiento individual es resultado del ejercicio de la libertad intelectual. Las ideas fascinan, pero el compromiso con esas ideas seduce. Hay quien no comparte las ideas de Cayetana Álvarez de Toledo, pero no hay indiferencia frente a la convicción con que las defiende.

El barullo que generó la política española en su abreviada estancia en México merece consideraciones. Lo mejor que se puede decir es que la mayoría de medios de información ignoraban quién es en atención a artículos y crónicas tras su efímera visita. Álvarez de Toledo es una diputada del Partido Popular (formación de derecha) de España que en la actualidad ejerce de portavoz segunda de su partido en el Congreso de los Diputados y que antes había sido también portavoz del PP siendo Secretario General Pablo Casado.

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Cayetana es implacable en su labor de oposición, demoledora en sus argumentos, severa en sus réplicas. No hace prisioneros, a los que degüella dialécticamente con cuchillo chuletero mientras mantiene el semblante impasible del gaucho. Sus intervenciones expresan de manera ajustada su personalidad. Una mujer de ideas y convicciones, de pensamiento libre y compromiso. Detrás de esa figura de cabello largo y rubio, facciones amables y silueta esbelta que no disimula del todo una complexión menuda e ingrávida, se encuentra una liberal dentro de la mejor tradición europea y “feminista amazónica” apegada a Camille Paglia.

            Cayetana Álvarez de Toledo y Peralta-Ramos pertenece a familia blasonada a la que debe su título de XV marquesa de Casa Fuerte. Este hecho no debería ser pretexto para descalificarla aunque es el pretexto para descalificarla al que se agarran sus censores a falta de otra cosa. De ejemplar discreción, evita cualquier alarde de abolengo sin renunciar a su distinción. Una anécdota la retrata. En una sesión de control al gobierno en el parlamento, Pablo Iglesias, indigente intelectual con ínfulas de pensador marxista que vive como tiburón capitalista, le afeó su condición nobiliaria.

Con templanza, contestó Cayetana: “estoy muy orgullosa de mi familia y de mi marquesado, porque siempre será más noble que pertenecer a una familia que ostenta un marquesado terrorista”, en alusión al padre de Iglesias, terrorista del FRAP (Frente Revolucionario Antifascista y Patriota), según él mismo declaró en una entrevista. La marquesa de Casa Fuerte frente al marqués de las pistolas. Álvarez de Toledo, cosmopolita y de sólida formación académica, culta y de aguda inteligencia, siempre ha defendido los valores asociados con la revolución francesa: libertad e igualdad. Hace unos años fundó la asociación “Libres e iguales”. Su pensamiento es rastreable en sus colaboraciones en el diario El Mundo, en sus discursos, en sus intervenciones parlamentarias, en las páginas de su libro Políticamente indeseable (2021).

            Cayetana Álvarez de Toledo es rara avis en el aviario político: independiente, obstinada y libre. Su singularidad reside en que es una persona de ideas que se dedica a la política, de manera que la política es espacio para la difusión de sus ideas y no excusa para recibir un generoso salario. Opta antes por renunciar al cargo que a sus ideas como cuando Pablo Casado la obligó a dejar la portavocía del PP alegando la vehemencia de sus convicciones. El partido Vox llamó a su puerta, pero se mantuvo leal al PP porque su ideario se adhiere mejor al de la formación de Alberto Núñez Feijóo, pero nunca descalificó a la formación de Santiago Abascal reivindicando su constitucionalismo a contrapelo de sus compañeros populares. Las convicciones de Cayetana distinguen su personalidad y no su marquesado. Descalificarla por el título nobiliario es propio de ignorantes y de acomplejados. La aventura de Álvarez de Toledo es la aventura de la libertad, siempre en marcha, siempre beligerante, porque la libertad, siempre amenazada, exige su defensa a cada momento. 

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