La próxima Administración federal de México heredará una situación fiscal compleja, con cuentas más débiles que en sexenios pasados y una carga de intereses cada vez más alta.
Dos factores principales presionarán las finanzas públicas en el mediano plazo:
Mayores gastos en apoyos a Pemex: El Gobierno federal ha destinado recursos significativos para apoyar a la petrolera estatal, que enfrenta desafíos financieros. En 2022, los apoyos a Pemex representaron 1 por ciento del PIB.
Pago de pensiones: El gasto en pensiones es otro rubro que está creciendo rápidamente. En 2022, el pago de pensiones representó 4 por ciento del PIB.
Estos gastos rígidos, que no pueden ser recortados fácilmente, representan casi la mitad del gasto total del Gobierno federal. Si además se suman otros gastos comprometidos como participaciones estatales, llegan a cerca del 85 por ciento.
Durante la pandemia de Covid-19, el Gobierno federal apostó por una prudencia fiscal, lo que ayudó a que el déficit fiscal subiera poco, a niveles de 3 por ciento. Sin embargo, para 2024, el déficit fiscal se elevará a 5.3 por ciento.
Esto significa que México tendrá, a nivel de Gobierno federal, el segundo nivel de déficit más alto dentro de los países con la misma calificación crediticia de Baaa2.
Será importante observar si la próxima Administración federal podrá presentar un plan sobre las finanzas públicas sostenible.
Las perspectivas económicas para México también son desafiantes.
Moody’s estima que este año la economía mexicana crecerá 3.3 por ciento. Sin embargo, prevé que en 2024, la expansión será de 2 por ciento.
El estimado para el próximo año se basa en que se espera cierto rezago en materia de política monetaria, tasas de interés de doble dígito, desaceleración en Estados Unidos y retos estructurales «muy importantes» a nivel soberano.
Por: Patricio Álvarez.