México, sin acabar de digerir la alternancia en el poder

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El día de ayer se llevó a cabo la “Marcha por nuestra democracia” en la Ciudad de México y algunos estados del país. Participaron miles de personas. El objeto de la convocatoria: el respeto a las instituciones mexicanas como garantía de elecciones libres y construcción democrática del proceso electoral 2023-2024.

Los hechos: hasta el día de hoy, la organización Laboratorio Electoral contabiliza más de 15 asesinatos contra aspirantes a alguna candidatura local, todo en un marco donde el presidente ha dicho que la ola de violencia que, de hecho, está ocurriendo en el país “no existe”. 

En tanto, Lorenzo Córdova, Exconsejero Presidente del INE dijo ayer que, las de AMLO, “son reformas que amenazan la democracia”. Xóchitl Gálvez no asistió a la manifestación a favor de la democracia en tanto liderazgo de la oposición; pero sí lo hizo Margarita Zavala junto a su familia; su hijo, Luis Felipe Calderón Zavala dijo que, a la democracia, “la defenderán a muerte, junto a la valiente ciudadanía”.

La democracia, para quienes constituyeron la hegemonía partidista y estuvieron al frente del Gobierno, hoy está en crisis, desgastada o en necesidad de ser defendida. Quien ejerce el poder político ahora, por otro lado, “tiene otros datos”. ¿Quién detenta la razón?

“Cementerio de candidatos”
La periodista Carmen Morán escribe hoy para el diario El País que las cifras sobre asesinatos de candidatos no son menores: el problema no es que existan, dice; ni siquiera tampoco que sean altas. El problema, enfatiza la periodista a través de una entrevista a José Antonio Álvarez León, académico de la UNAM especialista en Derecho y Política Criminal, es que no importen: “Si excederse en el gasto previsto para las elecciones es motivo de anulación de una candidatura, ¿por qué un asesinato no lo es? Creo que debería quedar anulado el proceso y repetirse después. Si todo sigue adelante es señal de que no importa mucho lo ocurrido”.

Morán explica que los asesinatos en Ayuntamientos tienen un objetivo: situar en el ámbito local a gente allegada a los poderes fácticos de los estados que les faciliten no solo el mando y el acceso al presupuesto público, sino la delincuencia organizada en esas zonas. Los intereses de los pocos que, a decir de la periodista, no son sólo políticos, sino crimen organizado. A veces, la misma cosa. 

Ante este escenario, dice la exreportera de Sociedad, Nacional y Cultura, “México avanza en su conquista democrática”, traducida, dice, en “comicios casi libres con resultados diversos”. Un caos para la oposición; un grito esperanzado de la izquierda en el poder. La era del PRI, argumenta Morán, terminó, porque lo que antes fue una “dictadura perfecta” donde el resultado estaba cantado y nadie lo discutía (ni moría por él), hoy hay un avance en la democracia, pero también mayor confrontación y deseos de pugnar resultados por la vía de las armas: el esquema, dice Morán, “se descompuso”; o quizá, sólo cambió.

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La periodista apunta que no puede saberse hoy, con claridad, sin a México “le falta democracia o le sobren criminales”, pero que ante una realidad como la que estamos aconteciendo, no estamos acostumbrados, como sociedad, a alternancias pacíficas, o simplemente, “no nos dejan”.

La “democracia” que se defiende a sí misma
Por otro lado, el analista Francisco Alanís publica hoy, para el portal Sopitas, que ahí donde los valores antidemocráticos hoy son disputados de forma cada vez más abierta, lo cierto es también que las formas en la que esto ocurre es, precisamente, digna de analizarse para entender si lo que se defiende es la institucionalidad, la separación de poderes que deviene en pluralismo político, o cualquier otra cosa fuera de ello, pero que ocupa como agenda la defensa de valores ciudadanos.

“No se puede”, dice Alanís, “defender la democracia desde la descalificación a aquellas personas que tienen una visión diferente”. El analista dice que, en México, democracia se ha convertido en sinónimo de ataque, descalificación y peyorativos contra el adversario, aquel que defiende opiniones y visiones políticas distintas. Ante un escenario así, ahí donde la democracia debería poder garantizar libertades básicas para cualquier individuo: de expresión, religión, reunión o civiles que permitan expresar opciones, críticas al Gobierno o proponer cambios sin temor a represalias, hay fiscalización, apología de la violencia y cementerio de candidatos.

El periodista invita a reflexionar que más que posturas personales o color político, lo que hoy debemos defender como sociedad son las condiciones básicas de la democracia: separación de poderes, respeto a las instituciones, libertad de tránsito y expresión, y una verdadera rendición de cuentas.

Alanís también invita a reconocer que, dentro de lo propositivo del ejercicio de ayer, está el dejar de lado el apoyo incondicional a personas, figuras, colores o partidos específicos, y concentrarse en demandar acciones consistentes, confiables, transparentes y provenientes de la rendición de cuentas a propósito de cualquiera que esté en la silla del poder: como individuo, pero también como partido.

Defender esto no solo compete a los candidatos y sus banderas: nos interpela, y somos responsables, como sociedad. Nos compete abandonar la descalificación, buscar la comprensión y la escucha antes que la denostación, trabajar en lo que nos une, antes que en lo que nos separa para que, desde ahí, seamos susceptibles de exigir y mantener condiciones básicas que permiten a una sociedad vivir en paz y, solo entonces, presumirse democrática.

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