El 20 de febrero fue designado por la ONU, en 2007, como el Día Mundial de la Justicia Social. La celebración busca apoyar la labor de la comunidad internacional encaminada a erradicar la pobreza y promover el empleo pleno y el trabajo decente, la igualdad entre sexos y el acceso al bienestar y la justicia social para todos.
¿Qué es justicia social?
Se basa en la igualdad de oportunidades y en los derechos humanos, más allá del concepto tradicional de justicia legal. Está basada en la equidad y es imprescindible para que cada persona pueda desarrollar su máximo potencial y para promover una sociedad en paz.
Todas las personas tenemos necesidades básicas comunes, traducidas en derechos humanos fundamentales: a la identidad, la supervivencia, educación, libre expresión, a la dignidad y al respeto, por solo poner algunos ejemplos. Cuando alguna, o varias de ellas, no se satisfacen, la falta de acceso a esos derechos se convierte en inequidad.
Sin embargo, esto puede ser evitado: no se trata de problemas irresolubles, sino de inequidades provocadas por personas que persisten porque nadie decide atenderlas. La decisión de hacerse cargo de la justicia social está en manos de personas en dimensiones individual, local, nacional y mundial.
¿Por qué hay trabajo por hacer?
Tres son los problemas claves para seguir hablando de justicia social:
- Conflicto: La injusticia real o percibida es una de las fuentes más comunes de conflictos y de violencia entre los individuos, los grupos y los países.
- Pobreza: Injusticia fundamental y más extendida. No permite el acceso a otros derechos fundamentales.
- Discriminación: Injusticia que interfiere en las posibilidades que tienen los individuos de desarrollar su potencial.
La idea de que la promoción de la justicia social debe ser el objetivo central que guíe todas las políticas nacionales e internacionales es cada vez más fuerte. Las sociedades y las economías funcionan de forma más cohesionada cuando se da prioridad a la justicia social. Pensar desde esta conceptualización consiste en entender que la construcción de la desigualdad ha sido elegida y sistemática (una cosa ha dado origen a otra); por ello, es reversible, si queremos.
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