
Texas se ahoga en su peor desastre natural en años. Las devastadoras inundaciones que arrasaron el estado entre el 3 y el 4 de julio ya han dejado al menos 133 muertos y más de un centenar de personas desaparecidas, en una tragedia que ha sacudido especialmente a la región montañosa conocida como Hill Country, uno de los destinos turísticos más populares durante el Día de la Independencia.
La tragedia, sin embargo, pudo haberse evitado. De acuerdo con una investigación del New York Times, el condado de Kerr —el más golpeado por el desastre y donde se reporta el mayor número de fallecidos: 107, incluidos al menos 36 menores— no recibió fondos federales para actualizar su sistema de alertas, a pesar de las advertencias claras de FEMA, que ya había identificado la zona como vulnerable a inundaciones este mismo año.
La naturaleza golpea, pero la negligencia agrava
Mientras los equipos de rescate, voluntarios y autoridades peinan la región entre escombros y lodo, el número de desaparecidos sigue sin ceder. El propio gobernador de Texas, Greg Abbott, reconoció que 97 personas siguen sin ser localizadas solo en el condado de Kerr y que muchas de ellas “no estaban registradas en ningún hotel ni campamento”, lo que complica su identificación y búsqueda.
“No sabemos con certeza si fueron arrastrados por la corriente. Solo sabemos que sus seres queridos los buscan y nadie sabe dónde están”, dijo Abbott.
El sheriff Larry Leitha admitió que el proceso de búsqueda podría extenderse hasta por seis meses, y que aún hay muchas zonas peligrosas donde no han podido ingresar por la fuerza del agua y el riesgo de colapso en estructuras inestables.
Turismo mortal: un feriado que se convirtió en pesadilla
Miles de familias viajaron ese fin de semana largo al corazón de Texas para disfrutar del feriado del 4 de julio, sin imaginar que el río Guadalupe, que suele ser un símbolo de descanso y recreación, se desbordaría de forma violenta, dejando a su paso muerte, destrucción y luto.
La acumulación de lluvia fue brutal: entre 12.7 y 27.9 centímetros de agua cayeron en solo horas en los condados de Kerr, Bandera, Tom Green y Kendall, de acuerdo con el Servicio Nacional de Meteorología. Muchas personas quedaron atrapadas sin previo aviso, debido a un sistema de alertas “anticuado e insuficiente”, como lo han descrito diversos medios estadounidenses.
¿Quién responde por los muertos?
La tragedia en Texas deja muchas preguntas y muy pocas respuestas. ¿Cómo es posible que una región señalada por FEMA como de alto riesgo no haya contado con un sistema de alerta adecuado? ¿Dónde estaban los recursos? ¿Cuántas vidas más tienen que perderse para que la prevención deje de ser una promesa y se convierta en acción?
Más de 100 personas siguen desaparecidas. Más de 100 familias esperan, con el alma rota, noticias de sus seres queridos. Y el reloj sigue corriendo.
Porque en esta tragedia, el agua no solo se llevó casas, coches y puentes: también arrasó con la confianza en un sistema que, una vez más, llegó tarde.