
El centro de detención migratoria ‘Alligator Alcatraz’, construido en medio de los humedales de Florida, se ha convertido en una auténtica pesadilla para decenas de migrantes que denuncian condiciones infrahumanas, tratos crueles y un abandono total por parte de las autoridades.
Entre calor sofocante, humedad asfixiante, baños colapsados y sin acceso a agua potable, migrantes cubanos, guatemaltecos y centroamericanos describen un panorama de horror: comida en mal estado, mosquitos por doquier, falta total de higiene y sin acceso a abogados, atención médica o siquiera productos básicos como jabón o cepillo de dientes.
“Esto no es un centro de detención, es una cárcel improvisada en un pantano”, denunció un abogado defensor, mientras que familiares relatan que sus seres queridos han estado incomunicados, sin posibilidad de bañarse ni de orar, ya que incluso les han confiscado biblias.
El lugar, construido en tan solo dos semanas sobre un viejo aeródromo rodeado de caimanes y pitones, fue presentado como una “solución eficiente” por el fiscal general de Florida, James Uthmeier, quien no dudó en bautizarlo con el irónico nombre de ‘Alligator Alcatraz’. Sin embargo, los testimonios apuntan a una infraestructura precaria y peligrosa, levantada en una zona de alto riesgo por huracanes y sin protocolos de emergencia claros.
El escándalo ya alcanzó a las autoridades locales. La alcaldesa de Miami-Dade, Daniella Levine Cava, exigió acceso inmediato al centro y la conformación de un equipo de vigilancia que supervise las condiciones cada semana, además de un plan de evacuación ante posibles desastres naturales.
Mientras tanto, el gobierno de Florida se aferra a decir que “todo está bajo control”, mientras cientos de migrantes sobreviven en lo que ya muchos califican como un campo de concentración moderno, en pleno territorio estadounidense.