El diseñador falleció a los 91 años este jueves en Milán, pasó de ser médico a convertirse en uno de los diseñadores más importantes del siglo XX, epítome de la clase y la elegancia.
Giorgio Armani, el diseñador que transformó la sobriedad en lujo y construyó un imperio de elegancia discreta, ha fallecido este jueves en Milán, a los 91 años. El «Signor Armani», como lo llamaban con respeto sus colaboradores más cercanos, murió en paz, rodeado de sus seres queridos.

Figura clave de la moda del siglo XX y XXI, su legado vive en más de 350 tiendas alrededor del mundo, en décadas de innovación silenciosa y en un estilo que cruzó fronteras sin alzar la voz.
Armani comenzó su propia marca hasta los 40 años, un hecho que hoy resuena con fuerza entre generaciones que buscan propósito y dirección. «Así que todos ustedes, de 34 años, que tienen una crisis existencial sobre dónde está su vida —dijo un colaborador con humor y verdad—, sepan que pueden decir que se jodan los otros y seguir sus sueños cuando quieran».

Desde que fundó su casa de moda en 1975, Giorgio Armani redefinió el vestir moderno. Fue el sastre de la sutileza, el diseñador que quitó rigidez a los trajes y llenó las pasarelas de tonos neutros, líneas limpias y una estética sin gritos, pero con autoridad. Revolucionó la sastrería y redefinió estilo elegante.

Trabajó hasta el final, con dignidad, compromiso, minuciosidad y esa elegancia que nunca necesitó ostentación. Su empresa, construida con paciencia, independencia y emoción a lo largo de 50 años, seguirá en manos de su familia y su equipo más cercano, quienes han prometido mantener vivo su espíritu.
Moda, cine y humanidad
Apasionado del cine, Armani vistió a Hollywood como ningún otro diseñador europeo. Fue el responsable de los vestuarios en filmes icónicos como American Gigolo, Los Intocables, Goodfellas, The Dark Knight y The Wolf of Wall Street, entre otras. Su visión traspasó la pasarela y se convirtió en parte del imaginario colectivo, gracias a estos y otros filmes, así como la creatividad en algunos anuncios que hizo para la pantalla chica y la publicidad en las revistas, con fotografías de estudio y supervisadas por él mismo.




Pero su legado va más allá del diseño. Con una curiosidad incansable y un oído atento al presente, Armani cultivó una relación directa con el público. Era cercano sin ser populista, reservado sin ser distante. Su compromiso con la comunidad —especialmente con su amada Milán— lo convirtió en una figura querida y respetada, incluso fuera del mundo de la moda.
Durante la pandemia de COVID-19, fue uno de los primeros diseñadores en transformar sus fábricas para la producción de material médico. No fue un gesto para las cámaras, sino una expresión coherente de su ética de trabajo y responsabilidad social.

El último adiós
La cámara funeraria estará abierta al público el sábado 6 y domingo 7 de septiembre, en el Armani/Teatro, ubicado en Via Bergognone 59, Milán, de 9:00 a 18:00 horas. El funeral, según sus deseos, será una ceremonia privada.
En vida, Giorgio Armani convirtió su apellido en sinónimo de estilo. Hoy, su ausencia marca el final de una era. Pero su legado —hecho de tejidos ligeros, cortes impecables y convicciones firmes— seguirá presente. Un señor que siguió diseñando hasta el fin de sus días porque realmente amaba lo que hacía.
Realmente era el epítome de la clase y la elegancia.
