A sus casi cien años, Elena de la Luz Ramírez Aguirre fue galardonada por su vida entera dedicada al zapateado tradicional y al alma del son jarocho
Desde su querida Tlacotalpan, doña Elena de la Luz Ramírez Aguirre agradeció emocionada a través de un video el galardón que se entregó este miércoles 21 de mayo en la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes. En su lugar, su nieta Nandy Luna Ramírez recibió la Medalla Bellas Artes, en medio de un emotivo homenaje que reunió a autoridades culturales y voces que han seguido de cerca el legado de esta mujer única.

Con más de 90 años de trayectoria, Mamá Elena no solo enseñó a zapatear: formó generaciones enteras con la música, la danza y el corazón puestos en la tierra del Papaloapan. Sus pasos han llegado lejos, más allá de los fandangos locales, marcando el ritmo en escenarios como el Ballet Folklórico de la Universidad Veracruzana y el Ballet Folklórico de México.
Durante la ceremonia, su nieta habló desde el alma: “Mamá Elena es más que una bailadora, es una guardiana del ritmo, del canto, del tejido, del zapateado que nace del corazón de Tlacotalpan. Su vida es testimonio de la alegría y la resistencia de las mujeres de nuestras raíces”.
A lo largo de su vida, Mamá Elena ha sido un puente entre lo antiguo y lo que viene. Fundó en 1974 la Casa de la Cultura Agustín Lara en Tlacotalpan, donde enseñó zapateado a cientos de niñas, niños y jóvenes. Su historia está tejida con pasos firmes sobre la tarima, con bordados en trajes jarochos y con la memoria viva de los fandangos dedicados a la Virgen de la Candelaria.
Este reconocimiento no es solo para ella, sino para todas esas mujeres afromexicanas, campesinas e indígenas que, como ella, han conservado la cultura con sus manos, su cuerpo y su voz. Para quienes bailan no solo por tradición, sino por amor.
Hoy, a punto de cumplir un siglo de vida, doña Elena sigue siendo faro y raíz. La Medalla Bellas Artes se suma a una vida que ya de por sí ha sido un homenaje al arte, al ritmo y al orgullo de ser jarocha.