Ubicado junto a las Pirámides de Guiza, abrió al público exhibiendo la tumba de Tutankamón al completo por primera vez. Alberga 100 mil piezas arqueológicas
Bajo un cielo iluminado por drones, fuegos artificiales y música orquestal, Egipto presentó al mundo el Gran Museo Egipcio (GME), una imponente obra arquitectónica situada a los pies de las Pirámides de Guiza. La inauguración, presidida por el presidente Abdel Fattah El-Sisi, reunió a líderes internacionales, miembros de la realeza y figuras de la cultura en un evento que marcó el cierre de veinte años de construcción y el inicio de una nueva era para el patrimonio egipcio.

El GME, que ha costado mil millones de dólares y se extiende sobre 120 hectáreas, es considerado el museo más grande del mundo dedicado a una sola civilización. En sus salas se exhiben más de 100 mil piezas arqueológicas que recorren siete milenios de historia, desde las primeras dinastías hasta la época grecorromana. Por primera vez, se presenta la colección completa de Tutankamón, con su célebre máscara funeraria, su trono dorado y los tesoros hallados en su tumba en 1922.

“Todos hemos soñado con este proyecto y con el día en que se hiciera realidad”, expresó el primer ministro Mostafa Madbouly, quien describió el museo como “el regalo de Egipto al mundo entero”.
La ceremonia inaugural deslumbró a los asistentes: cinco mil drones dibujaron jeroglíficos en el cielo mientras bailarinas con vestimentas faraónicas acompañaban un espectáculo de luces y música. Entre los invitados figuraron el presidente alemán Frank-Walter Steinmeier, el primer ministro neerlandés Dick Schoof, el mandatario palestino Mahmud Abbas y los príncipes herederos de Omán y Baréin, entre otros 79 representantes internacionales.

El presidente Sisi, en su discurso, afirmó que la apertura del museo “escribe un nuevo capítulo en la historia del presente y del futuro de esta antigua nación”. Durante la ceremonia también se anunció la repatriación de piezas arqueológicas desde los Países Bajos, reforzando los esfuerzos del país por recuperar su patrimonio disperso por museos extranjeros.

En el vestíbulo principal, una monumental estatua de Ramsés II —trasladada desde una céntrica plaza de El Cairo— da la bienvenida a los visitantes, mientras el diseño del complejo, obra del estudio irlandés Heneghan Peng Architects, evoca las líneas y la monumentalidad de las Pirámides. El museo busca superar la imagen del antiguo Museo Egipcio de la plaza Tahrir, afectado por saqueos durante la Primavera Árabe y por incidentes de conservación, como la reparación fallida de la máscara de Tutankamón en 2014.

Más que una atracción turística, el Gran Museo Egipcio se presenta como un símbolo de renacimiento cultural y soberanía patrimonial. El semanario estatal Al-Ahram lo describió como “la respuesta de Egipto al Louvre y al Museo Británico: un templo nacido de la autenticidad, no del imperio”.
Con este megaproyecto, el gobierno egipcio aspira no solo a proteger su legado milenario, sino también a revitalizar el turismo, un pilar esencial para su economía. Tras décadas de desafíos —levantamientos, pandemias y conflictos regionales—, Egipto mira al futuro desde su pasado más glorioso.



