Este 21 de marzo, Flor Garduño cumplió 67 años. Con su fotografía ha inmortalizado no solo rasgos de la identidad latinoamericana, sino que ha ido más lejos: fue de la realidad cotidiana, a los pasajes oníricos, en busca de respuestas.
La fotógrafa que se formó junto a Kati Horna en la Escuela Nacional de Artes Plásticas y, más tarde, con Manuel Álvarez Bravo en técnicas de revelado, se involucró, bajo la dirección de Mariana Yampolsky en la Secretaría de Educación Pública, en la búsqueda de temas apropiados para libros bilingües de alfabetización, visitando áreas rurales remotas de México, que desarrollaron una sensibilidad propia; un estilo que marca su arte.
Garduño ha expuesto de forma continua desde 1982, tanto en América como en Europa. Muchas de sus exhibiciones han sido viajeras, como Testigos del tiempo, cuya itinerancia duró más de una década. Hoy habita las paredes del Museo del Palacio de Bellas Artes, en la Ciudad de México, con Senderos de Vida, una retrospectiva que celebra 45 años de trayectoria.
En entrevista para un periódico de Tlaxcala, Garduño ha sido franca respecto a dos cosas: ser mujer y ser artista en un país como México: sobre la primera, dice que “ser una mujer afirmada representa un problema para el género masculino”; sobre la segunda, que hacer el tipo de fotografía que ella ha cultivado requiere “no pertenencia a grupos; otro tipo de atención y sensibilidad”.
Su experiencia durante la guerrilla en Guatemala es legendaria: paramilitares la detuvieron varias veces, y por ser “una triste mujer”, le permitían el paso sin pedir su pasaporte; no le hubiese sucedido lo mismo a un fotógrafo. Ella ha dicho que “si no hubiera sido mujer, no habría podido hacer muchas fotos que tiene”.
Senderos de vida es una selección de 114 fotografías y 32 joyas montadas en seis secciones que exploran los procesos creativos de Flor Garduño durante sus 45 años como fotógrafa, quien trabajó en géneros como la fotografía documental, el retrato, el paisaje, el desnudo, el bodegón, entre otros, caracterizados por su estética onírica y simbólica, mezclada con una mirada personal sobre las comunidades rurales de México y Latinoamérica en las que conjuga luces, contrastes, objetos y texturas.
Te puede interesar: «Frida Kahlo: Un Universo Inmersivo» llega a Querétaro
La exposición está disponible desde el 7 de marzo y hasta el 2 de julio de 2024, en el Museo del Palacio de Bellas Artes, con un horario de martes a domingo de 10 a 18 horas. Costo: 90 pesos la entrada general.