La bailarina del Staatsballett de Berlin dio una clase masiva en el Zócalo a 5 mil personas, público y bailarines de todas las edades
Empezó puntual, a las 9 am, aunque desde las 8 a la plancha del Zócalo despertaba con un día hermoso y los bailarines, amateurs y profesionales, iban llegando a la cita. No podían fallarle a su maestra. Elisa Carrillo daba una clase histórica.
A la hora indicada salió al escenario la primera bailarina Elisa Carrillo con un atuendo blanco, leotardo, mallas y falda larga de tul. Saludó, dijo que le daba mucho gusto estar en su país que ama, con el clima tan hermoso y tantas personas gustosas del ballet.
En ese gigantesco salón de ensayos que se convirtió la plancha del Zócalo, estaban dispuestas las barras para los ejercicios, lo único que faltó fueron los espejos, pero ni falta hizo, la maestra logró que cada bailarín se sintiera a gusto con sus ejercicios.
Nada de amontonado, todo amplio, bien organizado, las niñas y niños hasta adelante y después los adultos. Miles de personas muchos que fueron por su cuenta, otros que ya se dedican a la danza y escuelas, como la de la Ollin Yoliztli y de otros estados.
Elisa Carrillo los invitó a todos a seguir las instrucciones como en una clase, como todo bailarín profesional. Primero, todos a calentar en sus barras, y algunas niñas y jovencitas subieron al escenario con ella a hacer el calentamiento.
Después, ella acompañada con la pianista Nodira Burchanowa, dio las instrucciones a ritmo de la música a los bailarines. La primera lección, las posiciones y los movimientos, pliés, relevés, jetes, fondu, arabesques, un gran día para aprender. Después, los pasos y la música seguía dando el tiempo a cada indicación.
Acompañaron a Elisa Carrillo el cellista, William Molina; el primer bailarín ruso, Mikhail Kaniskin; y bailarinas y bailarines de la Compañía Nacional de Danza, quienes apoyaron en las indicaciones y supervisando a los alumnos.
Carrillo explicó que el ballet hoy por hoy ha tomado otras vertientes y se ha ido modernizando y una de esas es la danza contemporánea, fue entonces que invitó al maestro cellista y otro bailarín; entre ellos enseñaron un pas de deux.
Ella se cambió de vestuario y al salir con licras y playera negra, en un emocionante momento, el público disfruto del ejemplo de la danza contemporánea. Un bailarín en una silla como si tocara el cello, instrumento que en realidad era ella, en una coreografía magnifica y sublime.
Para terminar la clase, mostró como son las piruetas de los hombres, y los fouetté con las mujeres. La clase finalizó con la coreografía que la maestra puso a sus alumnos y todos la interpretaron a ritmo del tema «México en la piel». La intención es que «con el cuerpo sientas a México en la piel, con base a los movimientos has aprendido, que sientas el mar de nuestras playas hermosas». Dijo «disfruten la bandera que danza con nosotros», porque parecía ondear al ritmo de la música.
Al terminar la clase, muchos se acercaron para obtener una selfie o un autógrafo. Hubo quienes obtuvieron la firma de la maestra en su objeto más preciado, su zapatilla.
Y así, el Zócalo se vistió de bailarines, amor y ballet bajo las indicaciones de una de las bailarinas más destacadas del mundo y orgullosamente mexicana: Elisa Carrillo.