La música es uno de los elementos que más y mejor saben emocionar al ser humano. Lo que no se sabe muy bien es por qué. Psicólogos y neurólogos llevan décadas intentando entender cómo percibe la música el cerebro, qué células y circuitos entran en juego; si se trata de un rasgo exclusivo del ser humano, o animales como los pájaros o perros son también musicales.
Sascha Frühholz, profesor de la Unidad de Neurociencia de la Universidad de Zurich lleva años estudiando cómo se transmite la emoción a través del sonido, un tema que ha sido muy explorado, admite, pero en el que encuentra ciertas lagunas.
En un experimento reciente, Frühholz descubrió que ocurre un fenómeno de “sincronía” cuando cierta música, en directo, tuvo los mismos efectos en la audiencia: en la misma dirección, y con la misma intensidad. Esta sincronía o “empatía musical” permitió, además, visibilizar actividad cerebral específica que no ocurre con la música grabada.
Esta comunión musical explica en parte cómo en los últimos años, cuando la música grabada se puede reproducir a una calidad mucho mayor que en el pasado, los conciertos y festivales han ganando importancia hasta convertirse en uno de los pilares de la industria musical.
Te puede interesar: ¡EDC México 2024: Caos y euforia en el Autódromo Hermanos Rodríguez!
Otro estudio, liderado por Raquel Aparicio Terrés, psicóloga de la Universidad de Barcelona, reveló que la sincronización de las neuronas con ritmos a 99 BPM (beats por minuto) es pronunciada y que esto puede ayudar a aliviar el estrés o promover estados alterados de conciencia como puente hacia la cura de enfermedades.
Los estudios mencionados empiezan a arrojar luz sobre el cerebro humano y prometen ayudar a comprender si hay universalidad en estas sensaciones, si las canciones más famosas de la historia no son sino fórmulas matemáticas capaces de tocar las teclas adecuadas no solo musical, sino neurológicamente hablando.