Uno de los factores que impulsa el desarrollo democrático y madurez política en la ciudadanía de las sociedades contemporáneas, es el pensamiento crítico, fortaleciendo la capacidad de analizar, cuestionar y evaluar, individual y colectivamente, la información y las ideas de manera objetiva y reflexiva, con el fin de tomar decisiones informadas y fundamentadas. Se trata, de manera formal y conceptual, de un proceso sistemático y metódico que implica la identificación de supuestos, la evaluación de la evidencia y la argumentación lógica y coherente; sin embargo, poco a poco ha ido surgiendo como una especie de capacidad empírico-cognitiva, cuyo objetivo no es simplemente criticar o rechazar una idea o información, sino que implica una actitud activa y constructiva de búsqueda de la verdad y la comprensión profunda de los temas, con apertura a nuevas ideas y perspectivas, y la disposición a revisar y modificar las propias creencias y opiniones en función de la evidencia y la argumentación, ejercicio complejo en un entorno donde la información y las ideas son abundantes y a menudo manipuladas o sesgadas con fines políticos y/o económicos, lo cual dificulta discernir entre la información verdadera y falsa, para tomar decisiones informadas y fundamentadas, tanto para la vida personal y profesional, como ciudadana.
Si bien, el surgimiento del pensamiento crítico está fuertemente ligado a la educación, a la formación académica, no se limita a ellas, la sociedad está expuesta a una gran cantidad de información y opiniones, a través de los medios de comunicación, las redes sociales y otros canales de difusión, lo que ha inducido a cernir, analizar y contrastar el exceso de información. En las últimas décadas, el sistema educativo y sobre todo en la educación superior, se ha puesto énfasis en la enseñanza de habilidades y competencias que fomenten el pensamiento crítico, como la lectura analítica, la argumentación comparativa y el análisis de datos, contribuyendo así a la formación de profesionales y académicos que logran avances significativos en la investigación, la innovación tecnológica y la resolución de problemas complejos, gracias a dicha tendencia académica.
En una sociedad democrática, la participación ciudadana es esencial para la toma de decisiones y la definición de las políticas públicas; sin embargo, para que esta participación sea efectiva y legítima, es necesario que la ciudadanía, en su conjunto, cuente con la capacidad de analizar y evaluar críticamente las propuestas y acciones de los gobiernos y los partidos políticos e igualmente, cuestionarles y exigirles responsabilidad, lo que fortalece la rendición de cuentas y la transparencia en la gestión pública, además de fomentar la tolerancia y el respeto a la diversidad de opiniones y enfoques, lo que es esencial para la convivencia democrática y la resolución pacífica de conflictos y diferendos sociales. Lo anterior no es tarea fácil, pues la consistencia de razonamientos difiere ante cada grupo, ante cada interés, haciendo casi imposible la unificación de criterios y; sin embargo, mucho se logra al despertar la duda, el cuestionamiento de las afirmaciones y convenciones que suelen aceptarse o imponerse como verdaderas, a pesar de la polarización y el sesgo ideológico en el debate público y la discusión de temas relevantes para la sociedad, lo que dificulta el análisis y la evaluación crítica de las propuestas y acciones, desafío que se enfrenta fomentando el diálogo y la discusión abierta y respetuosa de los temas, promoviendo la diversidad de opiniones y perspectivas apoyándose de los medios de comunicación y las redes sociales.
En la medida que la ciudadanía acompañe sus decisiones del pensamiento crítico previo que las fortalezca y dé sentido, sobre todo en los temas que afectan a la sociedad en su conjunto, –como en el caso de la elección del próximo 2 de junio–, estaremos más cerca de la posibilidad real de consolidar la democracia y el poder de las decisiones colectivas a favor del bienestar nacional. Poco aporta una intermitente marea rosa, una clase media pensante y una sociedad civil activa, si no consideran, no incluyen e involucran a cada uno de los sectores sociales, sobre todo los más vulnerables, fortificando una polarización que divide, incluso ante la acción individual y comunitaria de pensar.
Por: Carlos Tercero
[email protected]