Un inusual temblor de 4,8 en la escala de Richter hizo que Nueva York y sus alrededores se sacudieran este viernes, dejando a muchos con la boca abierta y a algunos con los corazones palpitando un poco más rápido de lo normal. ¿El resultado? El mayor temblor en 40 años en la ciudad que nunca duerme.
Imagínate: es viernes por la mañana, la rutina se siente como cualquier otro día en la Gran Manzana, pero de repente, ¡zas! La tierra comienza a temblar, el suelo se mueve como un baile improvisado y la gente se detiene en sus pistas, preguntándose qué está pasando.
Aunque los neoyorquinos están acostumbrados a enfrentarse a todo tipo de desafíos, desde nevadas épicas hasta tormentas que sacuden los cimientos de los rascacielos, los movimientos de las placas tectónicas no suelen estar en su lista de preocupaciones diarias.
Este terremoto, con su epicentro cerca de Lebanon, Nueva Jersey, a unos 64 kilómetros al oeste de la ciudad de Nueva York, fue como una llamada de atención de la madre naturaleza. Pero, ¡tranquilos! El alcalde Eric Adams nos aseguró que todo está bajo control y que los valientes neoyorquinos pueden seguir adelante con sus vidas.
Claro, algunos se llevaron un buen susto. Sally Osman, residente de Somerset, Nueva Jersey, pensó que era solo un viento fuerte hasta que su casa comenzó a sacudirse como si fuera de jalea. ¿La reacción? ¡Agarrar a sus hijas y refugiarse bajo el marco de una puerta como un equipo de superhéroes!
Y no solo en Nueva Jersey se sintió la sacudida. Desde Brooklyn hasta el Bajo Manhattan, las historias no se hicieron esperar. La reportera de la BBC Nada Tawfik sintió cómo el edificio ondeaba como una hoja en el viento, mientras que el periodista Brandon Livesay describió cómo algunos frascos de su cocina decidieron tomarse unas vacaciones improvisadas al suelo.
¡Pero espera! La aventura no termina ahí. Varios aeropuertos de Nueva York decidieron tomarse un descanso forzoso. Los aviones en tierra, los viajeros sorprendidos y los planes de vuelo interrumpidos añadieron otro giro inesperado a esta historia de viernes por la mañana.
Pero como todo en la Gran Manzana, el caos se desvaneció tan rápido como llegó. Después de un breve descanso, los aviones volvieron a surcar los cielos, llevando a los pasajeros a sus destinos con la promesa de historias que contar sobre «el día en que la tierra tembló en Nueva York».
Así que, queridos neoyorquinos y visitantes intrépidos, mientras los edificios se sacudan y los frascos de cocina hagan sus acrobacias, mantengan la calma y recuerden: en la Gran Manzana, hasta los terremotos tienen su propio estilo.