Coincidiendo con la Marcha Nacional por la Democracia, este domingo se registró ante el Instituto Nacional Electoral (INE) Claudia Sheinbaum Pardo como candidata de la coalición Sigamos haciendo Historia integrada por Morena, Partido del Trabajo (PT) y Partido Ecologista de México (PVEM). Mario Delgado, Presidente de Morena, subrayó en el momento del registro que Claudia Sheinbaum es la encargada de edificar “el segundo piso de la Cuarta Transformación”. Proclive al entusiasmo adolescente declaró: “No está sola Claudia Sheinbaum, tiene el apoyo de la mayoría del pueblo Mexicano”, cuando la mayoría del pueblo mexicano se estaba manifestado contra Morena unas calles más allá.
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Ignoro si Delgado sea un hombre de fe, pero en sus exhortos casi siempre apela a la fe y no a la evidencia de las transformaciones. Lo mismo sucede con Andrés Manuel López Obrador y Claudia Sheinbaum. La recepción de la candidata en las instalaciones del INE resultó patética. Un grupo de acarreados, con un entusiasmo proporcional al monto recibido, gritaban “es un honor estar con Obrador”.
No animaban a Claudia sino Andrés Manuel dando por sabido que López Obrador era quien se registraba y no Sheinbaum. La estrategia de identificar a la candidata con el Presidente exhibe su eficacia al asimilar elección con reelección puesto que en junio el ciudadano podrá elegir a Sheinbaum y a la vez reelegir a López Obrador. La hipóstasis electoral ha venido precedida del hastag #narcopresidente y #narcocandidata que da por cierta la unión inquebrantable e informa las fuentes del financiamiento de la campaña de Sigamos haciendo Historia adelantando la inalterable estrategia de seguridad del próximo sexenio pero en el segundo piso.
La estrategia para defenderse de la acusación de “narcos” en ambos casos es la misma: denunciar que los testimonios no son pruebas aunque está muy bien que los testimonios sin pruebas de las mismas personas que los acusan hayan servido para condenar al exsecretario de Seguridad del expresidente Felipe Calderón, Genaro García Luna. Seguramente el argumento es otro tramo del segundo piso diseñado por López Obrador que construirá Claudia Sheinbaum.
Las palabras pronunciadas por la candidata una vez registrada a manera de proclama de estadista que se debe a otro estadista suenan a primer piso de la 4T: gobierno honesto y división del poder político y económico. Si Sheinbaum pretende un gobierno honesto no puede situarlo en el segundo piso puesto que en este sexenio solo se aprecia corrupción con lo que es imposible elevarlo a otro piso. En cuanto a la división entre el poder político y el económico, no hay manera de dividir lo que ya está dividido a no ser que se divida cada una de sus partes. Quizás quiso decir que respetará la división de poderes, pero todo indica que no se trata de eso ya que contradice lo realizado en el primer piso por Andrés Manuel. Se antoja que dijo sin decir que en caso de llegar a la Presidencia cooptará al Poder Judicial siguiendo la directriz del Presidente que busca su represidencia a costa de la presidencia de la candidata.
El “segundo piso de la Cuarta Transformación” es un eufemismo para ocultar tímidamente la verdadera intención de esa presidencia compartida: liquidar el Estado de Derecho asaltando el poder legislativo y reformando a modo el Poder Judicial.