La última película de Sofia Coppola no describe nada nuevo. Ni siquiera se trata de un enfoque innovador tratándose del cine de la directora, quien se caracteriza por profundizar en las relaciones humanas desde retratos e historias híper-íntimas. Sin embargo, en Priscilla, Coppola dejó inscrito un mensaje para toda una generación: está bien abandonar las relaciones abusivas; está bien dejar a tu agresor.
Con un “I will always love you” interpretado por Dolly Parton al fondo de una secuencia que retrata el abandono de Graceland por parte de una Priscilla Presley adulta, luego de siete años de relación abusiva con el “Rey del rock”, Coppola enmarca la justicia que su obra pretendió hacerle no ya al personaje, sino a las miles de víctimas de uno de los males más crueles de nuestro tiempo: la violencia de género y, con especificidad, la violencia contra niñas y mujeres jóvenes.
En el centro está una Priscilla Beaulieu, de 14 años, que fue dada en custodia al padre de un Elvis Presley de 24, para terminar su educación básica lejos de su familia, enclaustrada en una casa donde solo tuvo contacto con los más allegados a Elvis, casi todos varones, y también con la evasión que para el artista representaron las drogas, las fiestas en exceso, los escándalos amorosos y, años más tarde, el fanatismo religioso de un hombre que nunca supo quién era más allá del encuadre (otro signo más de nuestro propio tiempo).
Conforme el tiempo transcurre, vemos cómo una joven se convierte en una mujer que no puede trabajar, a quien se le impone pasar la mayor parte del tiempo sola, para luego orillarla a irse con su familia cuando es poco conveniente; una mujer a quien, desde el poder, se le es negado el sexo con su propia pareja sentimental, pero al mismo tiempo se le exige su permanencia como “esposa trofeo”.
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La de Sofia Coppola es una película intimista que denuncia el grooming en las relaciones entre hombres adultos y mujeres jóvenes: un tipo de violencia caracterizado por la creación de un vínculo de confianza, el aislamiento de la víctima, el desmantelamiento de los riesgos y, finalmente, la ejecución de abusos, que pueden, o no, ser de índole sexual y terminar en violencia física, violación o feminicidio.
Muchas han sido las voces que han dicho, desde la salida de la película, que si esta relación se hubiera ejecutado en nuestros días, los del #MeToo y la efervescencia de un feminismo que en 2023 llevó también a la pantalla mensajes como los de Greta Gerwig en Barbie, ésta habría sido fuertemente reprobada y, probablemente, terminada antes de que pudiera haberse siquiera concretado.
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Sin embargo, las denuncias por acoso sexual y violación que llegan a las instancias correspondientes, siguen revelando que son las niñas, y las jóvenes, las primeras víctimas de un sistema que entiende la violencia como único dispositivo de organización social.