La mano comenzó con las cartas descubiertas
La mano comenzó con las cartas descubiertas. Claudia Sheinbaum había ganado la partida dos años atrás. No era necesario el resultado de las encuestas para elegir candidato, tampoco las campañas que lo precedieron. López Obrador quiso maquillar su dedazo invitando a un juego que exhibe trampa originaria. Interesa reparar en lo que Andrés Manuel entiende por democracia. Democrático es lo que se pliega a su voluntad. Se trata de una actitud antidemocrática excepto si se acepta que López Obrador representa la democracia. Si el Presidente agota en su persona el sentido de democracia, parece previsible que todos los mecanismos concebidos por el sistema carezcan de significado. De manera que las encuestas proclamaron la victoria de Sheinbaum como candidata de Morena, en sintonía con la voluntad del presidente, en que lo decisivo no son los datos de las auscultaciones sino la voluntad presidencial corroborada como siempre por esos datos.
Marcelo Ebrard no puede aducir dolo o engaño
Marcelo Ebrard no puede aducir dolo o engaño: invocar que confió en la transparencia del proceso, alegar que las reglas estaban pactadas, argumentar que Andrés Manuel había prometido equidad entre los precandidatos. Transparencia, igualdad y equidad no son características de la democracia de López Obrador, cuya definición reside en el ejercicio de su voluntad. Ebrard conoce con lujo de detalles el funcionamiento democrático de López Obrador, pero no dudó en participar del proceso que certificó su derrota. Sabía antes comenzar la campaña no solo que sería derrotado sino que el desenlace exclusivo era la derrota. Salpicó el camino de reclamos, quejas, acusaciones, denuncias. Estridencias al servicio de nada puesto que la democracia del Presidente es inexorable.
En la actitud de Marcelo Ebrard se aprecia inmadurez, resabios de una adolescencia que no abandona del todo. Proclama con candor: “me he preparado toda la vida para asumir este nombramiento”. Pues sí, como cientos de miles de mexicanos. No parece que esa instrucción le otorgue más derecho que a otros, aunque considere lo contrario o incluso argumento definitivo para hacerse con la candidatura. Siente devoción por consignas magníficas deshebradas por el viento al instante de pronunciarlas.
Ebrard ha implementado diferentes estrategias
Ebrard ha implementado diferentes estrategias para atraer el favor de un Presidente que lo había entregado previamente. Sus amagos destinados a sembrar incertidumbre sobre su destino una vez descartado son pólvora del rey dirigida a desprevenidos. No solo sabe que compitió avisado del desenlace, sino que no puede renunciar a Morena a riesgo de acabar en Almoloya. Ebrard tiene una cola larga que no abrevia afirmar que no tiene cargos en su contra. En estos momentos está en manos de López Obrador. Pero también su futuro. En realidad, Marcelo Ebrard no se preparó para ser Presidente de México, sino para juguete roto en manos de Morena. Como paliativo, quizás le ayude recordar que contribuyó a la democracia del Presidente, que tal vez le salve en una improbable posteridad.