Somos polvo de estrellas

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¿Cuántas veces han escuchado la frase “somos polvo de estrellas”? ¿Cómo la entienden? ¿Cómo una bonita metáfora de una conversación de El Principito? ¿Cómo algo irreal que nos debe recordar que no somos más que polvo temporal, bello, pero no duradero?

Síganme en las próximas líneas porque se van a quedar con la boca abierta. El 100% de los átomos que le componen a usted, el 100% de los átomos que construyen la computadora que está utilizando, el chocolate que se acaba de comer, el vaso de agua o el whisky de los viernes.

El 100% de todo lo que conocemos, de todos los seres vivos y objetos que entendemos y vemos, está hecho, literalmente, de polvo de estrellas. No como metáfora romántica sino como una realidad absoluta. Todos los átomos del universo (sí, también de esa chica tan guapa que tiene enfrente) provienen de dos hechos diferentes, pero igualmente sorprendentes y harripotianos; el Big Bang y la explosión de las estrellas.

Supongo que habrán escuchado hablar del Big Bang, el origen de TODO. Cuando toda la materia y energía del universo se concentraba en un solo punto. Todo lo que existe concentrado en una singularidad (palabra que odian los físicos porque equivale a decir que no tienen ni idea de que pasa ahí) que de repente, hace unos 13.700 millones de años (ojo, dense un minuto para reflexionar sobre esta cifra a ver si son capaces de interiorizarla; 13.700 millones de años) explosionó creando el propio espacio y tiempo al que pertenecemos.

En los primeros instantes de la propia existencia del universo, de la propia existencia del tiempo, se creó el primer átomo, el más sencillo de todos y el más abundante del universo, el hidrógeno. Supongo que habrán escuchado que el 70% de nuestro cuerpo es agua. El 70% de nuestro cuerpo, al margen de ríos, mares u océanos están hechos por moléculas compuestas por 2 átomos de hidrógeno y uno de oxígeno.

El famoso H2O que habrán visto mil veces en la escuela primaria. Todos esos átomos de hidrógeno que están dentro de usted y conforman la mayor parte de su materia nacieron hace aproximadamente 13.700 millones de años y han vivido mil aventuras a través del espacio y el tiempo para que usted, hoy, pueda aprovecharse de ellos echando una lagrimita al ver su película romántica favorita.

El resto de los átomos que nos componen, a usted y todas las cosas que conoce, se forman en el interior de las estrellas. Estas funcionan como fábricas de elementos químicos, como un gran horno de fusión nuclear donde poco a poco, en procesos de millones o miles de millones de años, se van creando elementos más pesados y complejos que el hidrógeno.

De hecho, los elementos más pesados, como los metales, necesitan de una energía tan grande para sintetizarse que solo pueden ser creados en la propia explosión de la estrella. Una inmensa y grandiosa explosión, de la que habrán escuchado hablar, que sucede cuando una estrella masiva, mucho más grande que nuestro sol, muere. Las famosas y espectaculares Supernovas. Una explosión tan energética que su brillo puede llegar a eclipsar al de una galaxia entera durante días o meses.

Todo lo que conocemos, incluido usted y yo, es eso, átomos con miles de millones de años de historia creados en el mismo origen del tiempo y en el interior de las estrellas. Podemos ser muy diferentes en muchas cosas, pero al final, aunque nos cueste admitirlo, aunque pertenezcamos a religiones en guerra o a equipos de futbol que se odian, compartimos el 100% de nuestra esencia, de nuestros átomos, de los ladrillos que conforman la vida.

Todo y todos estamos conectados. Mirar a las estrellas es mirarse muy dentro. Somos polvo de estrellas.

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