La toma de Javier Milei como Presidente de Argentina el domingo pasado no es un relevo más
en la Casa Rosada, ni siquiera es un cambio importante o significativo. Es mucho más que eso.
Es el choque de dos modelos opuestos de entender la sociedad y la economía. Verdadera
revolución que no ha necesitado de violencia para producirse, aunque no es descartable que se
cobre no poco dolor y sufrimiento. El peronismo depauperó Argentina durante décadas de
cleptocracia de la clase política que llenó sus bolsillos con impuestos gravados a ciudadanos
explotados al límite.
El kirchnerismo se llevó por delante a la clase media que trabajó para
sostener a una pareja, Néstor y Cristina, que corrompió a fondo el sistema para mantenerse en
el poder. No faltó el clientelismo que aseguraba el granero de votos imprescindible para
aparentar democracia a costa del erario. La izquierda populista se hizo con el control del
aparato económico, social, político y cultural para sembrar la idea de que era la benefactora de
los argentinos, cuando los argentinos solo eran pretexto para una sistemática depredación de
recursos públicos al servicio de los intereses de la izquierda. Argentina se convirtió en una gran
farsa en que los pocos, los políticos, vivían muy bien gracias al trabajo de los muchos. El
sistema no aguantó y multiplicó el número de pobres hasta alcanzar la mitad de la población.
El gobierno de Alberto Fernández, con su vicepresidenta Cristina Fernández, ha dejado vacías
las arcas del Estado. No hay un peso.
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El peronismo ha colapsado y ha colapsado al país.
El discurso de toma de posesión de Javier Milei recuerda al de Churchill de “sangre,
sudor y lágrimas” porque “sangre, sudor y lágrimas” derramará Argentina para salir del hoyo
en que se encuentra. Las recetas que ofrece el nuevo presidente son liberales de manual: libre
competencia, apertura a los mercados internacionales, ajuste del gasto. A la vez, proporcionar
seguridad pública a los ciudadanos y seguridad jurídica a las empresas que busquen invertir en
Argentina. Las declaraciones de Milei en las dos últimas semanas presentan a un individuo
pragmático, que busca la unidad de los argentinos, que trata de conciliar, que sitúa la concordia
como factor determinante para la reconstrucción. Porque Argentina necesita urgentemente
reconstruirse. Sufrimiento y dolor para agarrar de nuevo impulso que permita la recuperación
económica. Ha desaparecido el asunto de la dolarización en estos últimos días. Quizás a la
espera de diagnosticar a fondo la postración nacional y la viabilidad para la reconversión
monetaria.
Argentina se juega mucho, pero no menos que América Latina. Si las políticas del
ejecutivo de Milei dan resultados, es previsible una oleada liberal en la región. El término
“libertario” no llega ni siquiera a anécdota porque no tiene influencia alguna en las políticas
públicas. La palabra “liberal” es la que tiene peso específico. Argentina reúne condiciones y
circunstancias para que el liberalismo opere de manera eficaz. Ya no es tiempo de buenas
palabras y mejores deseos. A partir de ahora se verá de qué es capaz Milei y su gabinete, pero
también se pondrá a prueba la resistencia de los argentinos.