América Latina está viviendo un momento de redefinición política. Tras años de gobiernos de izquierda que prometieron transformación social, muchos países enfrentan hoy una realidad marcada por el desencanto, la polarización y los resultados deficientes. En este contexto, Perú se prepara para las elecciones generales de 2026, y el reciente anuncio de Rafael López Aliaga, quien oficializó su renuncia a la alcaldía de Lima para postular nuevamente a la Presidencia, marca un punto de inflexión en el tablero político nacional.
Venezuela, Nicaragua y Cuba representan ejemplos extremos de regímenes autoritarios que, bajo el estandarte de la izquierda, han erosionado libertades y profundizado crisis humanitarias. En democracias como Colombia y Chile, los gobiernos progresistas han enfrentado dificultades para consolidar sus agendas, generando frustración en amplios sectores sociales.
Este escenario ha abierto paso a nuevas figuras de derecha que, con discursos de orden, eficiencia y recuperación de valores tradicionales, están ganando terreno. El ascenso de Javier Milei en Argentina, Daniel Noboa en Ecuador y el debilitamiento del MAS en Bolivia son muestra de esta tendencia.
La renuncia de López Aliaga, presentada el 13 de octubre de 2025, responde a una estrategia calculada, capitalizar su gestión municipal y proyectarse como el líder que puede encauzar al país en medio de la incertidumbre. En sus declaraciones, afirmó que “no encontró a nadie que asumiera el reto” y que su decisión fue meditada tras un viaje a Roma.
Los sondeos lo ubican como uno de los favoritos. Según la última encuesta de CPI, lidera la intención de voto con un 13.7 %, seguido por Keiko Fujimori con 9 % y Mario Vizcarra con 7.9 %. Aunque el escenario sigue fragmentado, López Aliaga aparece como una opción viable frente a la dispersión de partidos y la falta de liderazgos sólidos.
La oportunidad está servida. Si López Aliaga logra articular una propuesta moderna, institucional y con visión regional, podría convertirse en el referente de una nueva derecha latinoamericana, firme en valores, pero abierta al desarrollo y la inclusión. Perú necesita más que un giro ideológico; requiere un liderazgo que entienda el momento histórico y lo traduzca en gobernabilidad.
La región parece estar premiando a quienes prometen resultados concretos, estabilidad y eficiencia. El reto será evitar los excesos del autoritarismo y construir una derecha democrática, capaz de dialogar con todos los sectores y ofrecer soluciones sostenibles.


