Con frecuencia ocupar un espacio dentro de un medio de comunicación no se debe a la inteligencia del presentador. Leo Zuckermann no destaca por su brillantez, ni por la solidez de sus convicciones, ni por su facilidad de palabra. Ocurrencias habitualmente fijas y pétreas se descuelgan de sus labios a la menor oportunidad, avisado de que su autoridad impostada no procede de él mismo sino de su membresía a una cofradía desordenada, pero de relativa influencia en las élites del país después de haberse beneficiado de la familiaridad con el poder durante décadas hasta la llegada de López Obrador a Palacio Nacional. Desde entonces, el peregrinaje por el desierto se ha cobrado víctimas que tuvieron que abandonar sus sillas de los estudios de Televisa dando el portazo de rigor no sin denunciar como es preceptivo la censura a la libertad de expresión. En esas fechas el programa de Zuckermann apenas gozaba de audiencia, hoy no tiene ninguna. No es que hoy tenga menos aceptación, sino que los espectadores han muerto de aburrimiento.
El comunicador se declara neoliberal sin tapujos cuantas veces la ocasión asoma. Confesión trasmutada en consigna tan vacía como el liberalismo que dice profesar. El talante liberal entre otras cosas reside en la defensa de la libertad arbitrada por la legalidad: la propia y las de los otros. Tras la elección de los integrantes de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, el osado publicista arremetió contra el nombramiento de la Magistrada Yasmín Esquivel a causa del presunto plagio de su tesis de licenciatura. Don Leo faltaba al rigor que exige a conveniencia en el bando contrario, con seguridad a instancias de una campaña debidamente planificada por su grupo, ya inaudible a causa de la ausencia de altavoces desde los que reivindicar su decisiva relevancia en la vida pública. Todo indica que el “presunto” plagio fue plagio, pero ninguna autoridad competente se ha pronunciado todavía: ni la comisión de ética de la UNAM habilitada por el exrector Graue y mantenida una vez que el rector Lomelí asumió el cargo, ni ningún juez ni tribunal de justicia. Para un liberal, mientras no haya un pronunciamiento inequívoco al respecto por parte de la autoridad designada, la Magistrada Esquivel será “presunta” plagiaria, porque la presunción de inocencia es imprescindible en el estado derecho de una democracia liberal.
Zuckerman, ilusionista y prestidigitador, se dice neoliberal ignorando qué es el liberalismo. Parece obvio que su interés profesional reside antes en lo económico que en el rigor de la expresión en que habita una parte de la verdad, sin que necesariamente sea toda la verdad. El ciudadano Guillermo Sheridan denunció en calidad de académico el “presunto” plagio de la Sra. Esquivel. La revista Polemón exhibió que el Sr. Sheridan es un “presunto” aviador que usurpa una plaza de académico. Para Zuckermann la magistrada es una plagiaria sin presunción, mientras que el académico es un aviador también sin presunción. No obstante, ambos son “presuntos” aunque las evidencias indiquen lo contrario. No se hace ningún favor el comunicador al someter la información a utilidad de facción, pero tampoco se lo hace al país. Se antoja lamentable la prevaricación del lenguaje bajo pretexto de un ideario que nada tiene de liberal y mucho de frustración.